48 CANDELAS

Esta colección de relatos tiene un tronco común:

El diario que un farero inició con fecha uno de enero de mil setecientos noventa y seis y dejó de escribir al cabo de cuatro días. Edgar Allan Poe creó este personaje. O, tal vez, visualizó esas páginas en otra realidad y las materializó para nosotros.

¿Por qué las anotaciones en su diario terminaron de una forma tan inesperada?

(VER CUENTO DE E. A. POE)

Más de cuarenta narradores, en respuesta a la propuesta del escritor asturiano Fernando Menéndez, se han unido para conseguir la hazaña de multiplicar faros y torreros, creando un caleidoscopio de soluciones con olor a salitre, salpicadas por las olas, hechizantes y misteriosas.

Aquí están sus textos, sincero homenaje a Edgar Allan Poe y a la labor de todas aquellas personas que han diseñado, construido y mantenido los faros para que su luminaria sea, desde hace siglos, guía en la oscuridad y su sonido, la voz del hombre en medio del vasto mar.

Los cuentos están ordenados según su número de palabras para dibujar un faro: liviano arriba, sólido en su base.

El título hace referencia a la unidad de medida de la intensidad de los faros, la candela. Cuarenta y ocho- número simbólico por excelencia- enumera el total de los relatos: Un original pastiche y los 47 relatos que forman la colección.

Esperamos que esta obra sea de su agrado.


Nota

Este blog se ha trasladado a la siguiente dirección:


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Esperamos su visita en el nuevo blog, así como su participación, ya sea con textos o simplemente leyendo los nuestros.
Gracias por su visita.

FRAGMENTOS DE LOS RELATOS

Carmen G. Saavedra

 Si me gustaran las sorpresas estaría encantado porque, en solo unas horas, hemos pasado de la más increíble calma al más inesperado temporal. Las olas baten contra las rocas con furia y el viento agota sin piedad toda la estructura del faro. Esto me produce cierta inquietud, porque ayer pude observar en mi inspección que no tiene la solidez imprescindible en estas construcciones, tan expuestas a la furia de los elementos. 

 

 Noelia Palacio Incera

La base sobre la cual descansa la estructura se me antoja de tiza… barra inestable de uso impreciso. Soy quebradizo, me desgasto. Algún día, no muy lejano, seré polvo. Padezco terribles vértigos, por ello necesito sentirme seguro, y busco las alturas para dejar caer el miedo. Pienso en este faro y en todas las tempestades que habrá soportado.

 

 Blanca Areces Sánchez

Ya no estoy solo, me acompañan unos visitantes ruidosos, incluso violentos; la calma chicha me abandonó y ahora el fuerte huracán y los relámpagos golpean y zarandean este tubo. Creo que todos hacen fuerza para hundirme.

 

Tere Fuertes Fernández

 Apenas he sumado cuatro renglones a este libro que me trajo hasta aquí. El día ha amanecido con una espesa bruma, de manera que casi no distingo con claridad, desde esta altura, como el enfurecido mar abraza una y otra vez los cimientos del condenado faro; temo que los arranque de cuajo y se desplome como el palo de una balandra que, inexorablemente tras un huracán, se parte yendo a la deriva.

 

María Suárez López

Pienso en la dificultad que tuvo De Grät para conseguirme este puesto, y aunque me sigue extrañando, ya empiezo a entenderlo, no confiaban en mí, no me veían capaz de realizar este trabajo.

 

Concha Torre Bayón

Esta mañana aparecen algunas nubes en el cielo. Por momentos dejo volar mi imaginación observando los dibujos, cambiantes, según la fuerza del viento. ¿Así cambian las conductas de los hombres espoleadas por fuerzas externas?
En esta soledad puedo pensar en ello. ¿Cuál es el verdadero motivo por el que estoy aquí? ¿La falta de sintonía entre mis pulsiones internas y las que “la sociedad” pretende imponerme?
¡Qué difícil es elegir tu propia ruta!

 

Mª Luz Fernández Llames

Intento prestar atención a mis obligaciones y no lo consigo.
Las noches con sus caprichos absorben toda mi energía.
Los peldaños, el telescopio, los víveres…tiran de mí y yo respiro hondo, levanto la barbilla y pienso, por momentos, que De Grät tendrá que admitir lo equivocado de sus cálculos.
Pero la oscuridad llega cargada de ritmos extraños.

 

Pepa Rubio Bardón

Siento un profundo malestar. He tenido alucinaciones durante la noche y seres maléficos me acosan con su ostentosa presencia. Un enorme gato negro, seguramente una bruja encubierta, no me quita su único ojo de encima. El gato ha sido mi animal preferido, pero también con el que me he ensañado sin límites.
Neptuno me rehuye receloso.
Un vampiro, de proporciones desmedidas, ha roto la claraboya y se dirige hacia mí blandiendo sus alas como si de sables se tratara.

 

Luis Parreño Gutiérrez

Anoche oí ruidos extraños. Al principio me pareció el ulular del viento que se levantó al atardecer, y apenas si le presté atención. Es curioso cómo la soledad hace que sintamos cosas que antes ni nos percatábamos de ellas. Por un momento sentí que alguien me llamaba por mi nombre y la inquietud de Neptuno me hizo sentir, no miedo, pero sí un respeto temeroso ante mi soledad. No me gustaría perder la razón mientras escribo mi libro.

 

Manuel Ángel Ortiz

De Grät no confiaba en mí, en una mujer, en que pudiera hacerme cargo de este trabajo. Nada más lejos su equivocación. ¡Estos hombres! Si él supiera que justamente lo que quería era alejarme de ellos...

Aquí, recluida voluntariamente en este faro, soy feliz. Aquí no dependo de los caprichos de nadie y soy realmente dueña de mí.

Luis Miguel González García

Hace un par de días llegaron al Departamento de Costas media docena de denuncias de otros tantos barcos que navegaban en las inmediaciones del faro del islote de Man. Contaban que el faro no funcionaba y que parecía abandonado ya que le estuvieron enviando señales que en ningún caso obtuvieron respuesta. El Departamento envió a un inspector a averiguar qué sucedía y lo único que encontró fue esta especie de diario; ni rastro del farero ni de persona alguna.

 

Matías Ortega Carmona

A los lados de las tortuosas escaleras, que ocupan la parte central del faro, hay unos pequeños habitáculos. Una minúscula ventana, más bien parece una tronera por donde poder disparar un cañón, proporciona a estas estancias claridad y ventilación. Aprovechando que hoy también luce el sol –en caso contrario la escasez de luz hace algo tétricas estas dependencias- he seguido con mi inspección. Hasta este momento no había encontrado más que cachivaches y objetos de escaso valor e interés, pero hoy algo ha llamado mi atención. En una de estas salas hay algunas herramientas de pesca: pequeños arpones (ignoro su utilidad) redes, nasas y un baúl que contiene libros y cartas náuticas.

 

Manuel Ángel Ortiz Martínez

Me da miedo conocerme porque cada día que pasa es mayor mi abatimiento y locura. Yo, un noble del reino, ¡y no soy nada diferente a un vil campesino! ¡Cuánto daría por estar con una mujer! Aunque, a mi edad, ya eso es lo mismo. Ha llegado el momento en el que no importa con quién estés con tal de estar acompañado.

 

Guillermina Castañón Escalada

Me levanto muy temprano al amanecer. Si me vieran mis amigos de la ciudad…no lo podrían creer: yo que era el que cerraba los bares con esas tertulias tan amenas y que llegaba a casa cuando ya había pasado la lechera; de ahí esa repugnancia a la vida mundana, ese vacío que experimentada tantas y tantas veces después de una noche de juerga, mujeres y alcohol…

 

Matilde Ramírez Aranda

El mar sigue en calma, no sucede nada. La quietud es tal que sólo los pasos de Neptuno, en su ir y venir, alteran el profundo silencio. Sigo desconfiando de los cimientos de este coloso, siempre sumergidos.
¿Qué efecto provocará el agua durante tantos años empujando hacia adentro las piedras del muro? En mis devaneos con el fatalismo imagino el foso estrechándose lentamente, convirtiéndose en un angosto pozo, en un fino y frágil pie intransitable e insuficiente para sujetar la orgullosa torre... ¿pero que digo?
Tal vez de ser eso posible el faro ya no estaría aquí hace tiempo, y yo tampoco.

 

Juan López Trujillo

De niño siempre soñé con vivir en un molino de viento de mi tierra, pero ya era tarde para volver, había quemado demasiadas naves.
Pero el mar también tenía sus molinos con aspas de luz, para molturar peligros en esa tremenda soledad de una llanura con racimos de espuma colgando de las cepas de las olas.

Mª del Mar Cueto Aller

Por fin. Después de tres días de relativa calma. Cuando menos lo esperaba, ha sucedido algo interesante. Quedé pasmado al verlo. Durante unos minutos no supe reaccionar. Mi vista se perdió en el abismo esperando ver con todo detalle lo que sucedía. Lamento mi error. Reaccioné demasiado tarde. Después de recapacitar intenté bajar las escaleras a toda velocidad. Incluso estuve a punto de caerme por intentar saltar los peldaños de dos en dos. Maldita escalera de caracol.

 

María Jesús López López

He bajado varias veces hasta el fondo del foso, me parecía sentir ruidos extraños que, sin embargo, pude comprobar provenían del fuerte oleaje. Intenté abrir la portezuela que comunica con el fondo del foso sin conseguirlo.
Ahora, desde el fanal, percibo ruidos que no puedo reconocer. Podría pensar que no estoy solo. Pero no, no puede ser. Vigilo la pleamar y estoy seguro de no haber avistado acercarse ninguna balandra.

 

Ángela Martínez Duce

Es increíble que estos muros aguanten. Neptuno se ha puesto a ladrar como un loco a la  pared del fondo. Ha sido como si percibiese la presencia de un extraño. A una  cabeza por encima de la mía, he distinguido un adoquín que parecía sobresalir de la formación. He estirado la mano, el pedrusco se ha soltado con facilidad dejando al descubierto una pequeña cavidad. He palpado y mis dedos han tropezado con un viejo y manoseado manuscrito.  En la cubierta unas iniciales D.D.

 

María Jesús Rodríguez López

He avistado unas nubes oscuras en el horizonte. Parecen dirigirse hacia aquí, aunque tal vez me equivoque y sigan un rumbo completamente diferente...
Al caer la tarde me retiré disgustado hacia el interior. Las corrientes parecían dispuestas a arrojarme por la barandilla. Incluso hubo un instante que... Pero no, eso es imposible. En los 6 días que llevo en el faro he tenido ocasión de comprobar, en repetidas ocasiones, la soledad de estos muros.
Aunque...

Ana María Zarzuelo Álvarez

La niebla sigue…Oigo ecos de esta soledad. ¿Podéis comprender? Es la única manera de romper el silencio, agudizar el oído, para percibir sonidos aunque no sean reales. ¿O lo son? Igual fue lo que escuchó el anterior farero, y por eso perdió la razón. ¿También me pasará lo mismo?

 

Rubén Rey Menéndez

Hace dos noches la tormenta llegó al faro y pude comprobar que lo que decían los marinos era cierto. Las olas sobrepasaron con creces el punto más alto de la torre. Jamás he sentido un temor parecido. Corrí a esconderme al rincón del perro, al que, de inmediato, me abracé. El golpeo del agua contra las paredes fue constante durante toda la noche. Ni que decir tiene que no fui capaz de pegar un ojo. Era como si ese ruido sordo estuviese dentro de mi cabeza.
El perro debió sentir algo parecido, pues no dejó de aullar hasta la salida del sol.

 

Carmen Salgado Romera

No nos fue difícil engañarles, ¿verdad hermano? Llevábamos meses preparándolo todo, casi sin necesidad de hablar. Yo sentía tu amor por ella. Tú, mi amor por la libertad. Cuando crecimos juntos en el vientre de nuestra madre, Dios al modelar nuestro sexo confundió nuestros cuerpos. Yo debí nacer hombre y tú mujer. O los dos hombres, pero tú no tan sensible, tan frágil. A tu lado cualquier mujer, nuestra madre, tu amada, mis amantes, parecían bastas, poco delineadas, embrutecidas por la vida, asfixiadas por su olor a cosmético, a mentira, a fraude.

 

Ana Alonso Cabrera

Debo sobreponerme a este sentimiento que me embarga, que comienza a inquietarme, como me inquietó la profecía de De Grat... ¡maldita sea! No es una profecía, es como una imposición, como si al nombrarla, una parte de mi, estúpida y obediente, quisiera hacerla cumplir...
He decidido leer y no escribir. Llenar mi mente de ideas e imágenes y evitar que crezcan las que ahora tengo, tan melancólicas e inquietantes...

 

Mª Evelia San Juan Aguado

Si mañana viniera la balandra, le pediría al capitán que llevara a Neptuno y que Orndoff se hiciera cargo de él. Pero ni siquiera eso será posible, con los días que faltan. A veces, miro el reloj para ver pasar las horas, tan largas, tan iguales, sin encontrar más alivio que esperar la llegada de la balandra.
Siento que la torre se mueve, pienso que eso es imposible, escucho rumores que vienen de allá abajo, en la base. Algo se mueve.

Matilde Ramírez Aranda

Rondaba mi cabeza la historia que me había contado De Grät.  En tiempos había tres hombres para atender el faro, fueron relevados por un solo hombre, que mantuvo, él solo, el faro en perfecto funcionamiento y al que encontraron  muerto en uno de los viajes de abastecimiento de la balandra.  Sorprendentemente, el faro no delató en ningún momento la falta de atención, ni siquiera después de encontrar el cadáver, y el cuerpo se halló aseado y perfectamente amortajado, como para unos funerales de lujo. La trascendencia de este dato ayudó a que me dieran el puesto, encontraron pocos voluntarios.  Lo consideré un cuento popular, creencias de incultos que solo sirven para asustar a los niños. 
Ahora, sin embargo, pienso en ello.

 

Alberto Fernández Díaz

He pensado durante todo el día en Orndoff. Me resulta contradictorio haberle echado de menos. Tal vez su parloteo sería una buena medicina contra el tedio que, en jirones, a veces me rodea. No esperaba que surgiese ese sentimiento en mi alma. Durante la tarde, Neptuno se ha mostrado nervioso y no paraba de dar vueltas a mi alrededor con el pelo erizado.

 

Mª del Carmen Salgado Romera (Mara)

Creo que lograré resistir unos días. No tenga pena de mí. Tal como esperaba, lo que he visto, lo que estoy viviendo, es tan increíble que mi historia anterior palidece ante ello. Valen más estas horas que todos los amores que he perseguido, los viajes que he realizado, las posesiones y secretos que he dejado atrás...

 

Mª Esther Bravo Pobes

No puedo parar, mis dedos, mi cerebro, mi corazón rebosan sentimientos, ideas, oraciones alrededor de la luz, del sentido, del motor que gira la existencia, que se repite como los destellos de este fanal que alumbran el horizonte en la noche, una y otra vez. Sin ellos este lugar no tendría motivo, no existiría, como el ser humano no sobrevive sin el cariño, sin la ternura, sin la comprensión, sin la amistad, sin el amor… lámpara del faro.

 

Cecilio Soto Palomo

Desde el fanal he vislumbrado algo que parecía un buzo, que al poco de dejarse ver se escondía entre la escollera. He cogido el tranco de la puerta y acompañado del perro me he puesto a investigar. La búsqueda ha sido angustiosa. Llegué a pensar que a Neptuno, por su larga estancia en el faro sin contacto con la civilización, se le han atrofiado los sentidos.
Unas veces se adelantaba unos metros y otras caminaba tras de mí, sin ningún signo de alerta.
¿Por qué no ha detectado la presencia del extraño?

 

José Julio Cueto Lozano

Hoy casi choco con uno de esos arcos de medio punto que pretenden hacer de esta práctica construcción, un lugar más acogedor.
¡Menuda idea!
Neptuno no deja de fijarse en mi segunda cabeza. Empiezo a ponerme enfermo, es a lo que más miedo le tengo. Quiero pensar que no será nada importante.
Hoy he vuelto a abrir el diario porque Neptuno no deja de ladrar. Sale al balconcillo y se pone a ladrar como un loco bajo el chaparrón. Ya le he agarrado, arrastrado y reñido un par de veces. Es un cabezota. No quiero coger una pulmonía por su culpa.

 

Mª Jesús Rodríguez López

Sigo sin comprender las dificultades de De Grät por conseguirme este puesto. Quizá, por el hecho de ser mujer, piensen que pueda enloquecer como le ocurrió al anterior farero. No entienden que mi insistencia no se fundaba en el capricho banal de una dama; para la mayoría de los nobles resulta incomprensible que una mujer pueda interesarse por la marina como yo lo hago. Pero desistí en mi intento de hacerme a la mar en una nave; ningún marinero ni pirata osaría llevar a una mujer. Nuestra <> es de mal augurio. Además, comprobando los lugares de avistamiento en un mapa cartográfico, me di cuenta enseguida de que este faro constituía un lugar estratégico desde el que lograr mi objetivo.

 

Jaime del Egido Mayo

Hoy ha soplado un viento frío del norte y el día estuvo despejado hasta primeras horas de la tarde. Después, avisté unos nubarrones hacia el noroeste que se fueron intensificando paulatinamente. Esta conjunción de viento y nubes presagia tormenta, tal como indican unos planos marítimos que encontré en la alacena del mirador.
En cuanto finalice esta anotación bajaré al almacén, en el sótano, pues en estas situaciones es conveniente utilizar carbón como combustible. El fuerte viento, si se introduce por los tiros, puede provocar un incendio en la caja de iluminación, o al menos ensuciar los cristales y reverberos disminuyendo la intensidad de luz. Tendré que bajar y subir varias veces por esta interminable escalera de piedra, portando el carbón en un  fardel atado a la cintura.

 

Mar Cueto Aller

Ha ocurrido algo horrible. Mientras me encontraba en la base del faro preparando la amalgama de tierra y pez para hacer nuevas y resistentes figuras, oí la odiosa voz de Orndoff. Me refugié rápidamente dentro del faro y me negué a abrir la puerta. Intentó abrirla forcejeando, ayudado de sus secuaces, pero fue incapaz. La sólida puerta de hierro forjado es inexpugnable. A pesar del pánico que se apoderó de mí, hubo momentos en que no pude reprimir una sonora carcajada, que le hizo refrenar la sarta de blasfemias que salían a borbotones de su boca. Quizás porque estaba muy nerviosa, o porque su comportamiento me parecía ridículo, encontraba algo cómico en el hecho de que su bellaquería se viese truncada por una humilde mujer.

Mª Jesús Rodríguez  López (Circe)
El mar ha empezado a <>. Olas cada vez más altas vienen a estrellarse contra los muros del faro y yo empiezo a dar algún crédito a aquellos locos marinos... Antiguas leyendas vienen a mi memoria; viejas historias sobre hidras, serpientes, dragones marinos... ¿Cómo lo llamó el marinero?  ¿Kraken? Me ha parecido ver en lontananza una gran serpiente saliendo del mar; ¿o sería un tentáculo?

 

Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán

Intento poner un poco de orden. Tengo poca luz. En un rincón he encontrado un arcón grande, de madera. Procuro quitarle toda la mugre que le cubre. Mi curiosidad es superior al asco que me produce todo esto. Abro con dificultad los cierres de hierro oxidado. Encima de todo encuentro un libro, parece ser el diario del faro -me lo llevaré para que me sirva de entretenimiento-. Más abajo, entre papeles y trapos, he encontrado restos de vestidos femeninos, manchados de sangre, y muchos periódicos cubriéndolo todo.

José Julio Cueto Lozano

Hoy me siento cantarina. Las gaviotas no tienen mucho sentido musical, así que canté canciones compuestas por mi misma. Alegres o tranquilas, pero sin tristeza, ¡me siento eufórica!
El chico de la playa, quien me ha confiado que se llama Roller (siempre me ha encandilado ese nombre), me ha pedido que bailemos mientras cantaba una grandiosa balada. Bailaba como todo un caballero. Bailaba tan bien que mientras me llevaba hice pasos que nunca creí posibles. Creo que me estoy enamorando... Y Neptuno también. Es un hombre encantador. Y pensar que yo venía buscando la soledad...

Ana Alonso Cabrera  

He pensado mucho sobre el hombre que aquí debería habitar, y no logro comprender dónde puede estar. Que hubiera sufrido un accidente, fue un pensamiento de los primeros que tuve, así pues, recorrí los alrededores, con Neptuno pegado a mis pasos, buscándole. No vi indicio alguno, aunque confieso que no sabía bien qué buscar, pero concluí que no estaba por los lugares que investigué, circundando el faro,  ni vivo ni muerto. Muerto. ¿Sería posible que estuviera muerto? Y en ese caso… ¿qué o quién habría causado su muerte? Me sentí inquieta por este pensamiento, pero como sucede siempre en la vida, la rutina se impuso y casi he olvidado que me encuentro en un faro, en compañía de un perro y suplantando a la persona que debería estar aquí.

Mª Jesús López López

En esta soledad me alimentan los recuerdos: las tardes en que os acompañaba al piano junto a la chimenea del salón de música (únicos momentos en que se me permitía permanecer en el ala oeste); tu esposa, siempre dispuesta a humillarme: “toca bien para ser una institutriz”. Sé bien que la sensibilidad y el talento nos vienen dados; si además sientes la pasión que yo siento por la música, puedes adquirir una destreza y gusto muy superiores a la mayoría de las damas de la nobleza. También sé que no volveré a disfrutar de él, pues traerlo aquí resultaría costoso y, además, sería imposible ubicarlo.

 

Mª Evelia San Juan Aguado

Hacia las nueve de la mañana, mientras hacía las labores de mantenimiento de la linterna, pude distinguir en la lejanía algo que parecía una embarcación. Apunté el catalejo y efectivamente la balandra se dirigía airosa hacia el faro. Sentí miedo y alegría a un tiempo: por fin iba a recibir noticias del mundo habitado, una buena provisión de agua, alimentos y combustible. Podría pedir las cosas que necesito –entre ellas el ataúd-, pero ¿cuál sería la reacción del patrón al descubrir mi presencia aquí y la ausencia del farero? ¿Pensaría acaso que yo era la responsable de su desaparición? La lectura de su diario era muy explícita sobre el desánimo de ese hombre, se lo iba a mostrar como prueba.

 

Alejandro Alonso Cabrera (Jany)

El día ha trascurrido sin alteraciones que distrajeran mi lectura. He comenzado, y casi terminado, la vida y extraordinarias y portentosas aventuras de Robinson Crusoe de York, de Daniel Defoe. Ciertamente su lectura ha avivado en mí la sensación de naufrago, salvando ciertas distancias, nos asemejamos bastante. Su amena lectura me ha llevado a realizar una sola comida, momento en el cual he aprovechado para realizar la rutinaria inspección del faro. Neptuno esta a su antojo, entra, sale, pasea, y se acurruca al lado de mi catre.

Alejandro Alonso Cabrera (Jany)

Ahora Neptuno parece saber cuándo los necesito, pues se acerca a mí y posa su enorme cabeza en mi regazo. Ayer no me abandonó un segundo. No sé muy bien si soy yo o es él, el que da o el que recibe, pero creo que nos place por igual a los dos. No estuvo pegajoso, parece que su instinto lee en mí como si fuera un libro.
Los sentidos no están limitados, no hay motivo para anular ni disimular emociones o sensaciones, estoy libre, soy libre, sin tener que reprimir nada, sin temor a herir o dañar a nadie, puedo decir, gritar, correr, llorar, reír, danzar, puedo hacer lo que me dé la gana, pues aquí, con esta la libertad “obligada”, sólo los ojos de Neptuno me ven.
Y todo gracias a ti, mi fiel De Grät, sólo gracias a ti. La verdad, no entiendo cómo pudiste convencer a mis padres de este “retiro”.
Espero que algún día me lo expliques.

 

Jesús Salgado Romera

Nunca conocí a mi padre. Mi madre a veces me dejaba entrever como tal a un fornido soldado que  la visitó asiduamente: “Tienes los ojos de James…”. Otras veces me habló de un alocado estudiante de cierto nivel y basta educación que se encaprichó de ella antes de su preñez.  Como tantas otras de aquel ambiente, tendía a enamorarse de la vida a través de los hombres.
  Nunca me importó. Mi vida transcurrió alegre entre aquellas meretrices. Muchas habían tenido que dejar a sus hijos recién nacidos en el torno de las monjas de La Caridad y para ellas yo era el hijo que nunca vieron crecer…

 

Mª Carmen Martínez Rodríguez

Llevo días sin coger la pluma. Lo hago hoy, día 10; cifra formada por un número que resulta de unir el uno y el cero. El uno es el principio y yo sé cuál ha sido mi origen y cómo ha transcurrido mi vida hasta ahora, pero ¿cuáles serán las vivencias intermedias que conformarán mi historia? ¿Cómo será el fin que sellará mi página vital?

Jesús Salgado Romera

Consciente de estar sentada por última vez en mi roca favorita, contemplo el rielar de  los rayos de sol sobre las crestas de las pequeñas olas, haciéndolas reverberar como espejos. Memorizo este mar como una  estampa de agua. -El mar es algo vivo, “no se puede cruzar dos veces el mismo río”, dice el filósofo Heráclito, y así, hace años que añado imágenes de estas aguas
al calidoscopio de mi mente-. 

Enrique Tejón Fernández 
Me ha ocurrido algo terrible. Bajé a dar una vuelta por el islote y cuando volví el faro no estaba. Cogí una de las piedras del lugar sobre el que estaba construido y se la di a oler al perro. Echó a correr; le seguí. Se detuvo y escarbó como un poseso. Respiré aliviado, pues me avergonzaría mucho ser el único farero que pierde el faro. Pero el perro cogió la piedra que le diera a oler y la enterró; se sentó con la lengua fuera y me miró orgulloso. Creo que he sido muy brusco al decirle que era un perro muy malo. Después de todo, al darme la vuelta tenía ante mí dos faros.

 

Mª Carmen Salgado Romera (Mara)

Mientras descansaba, recordaba lo que me había contado De Grät sobre la estructura del faro para no dejar ningún lugar sin examinar: “Escarbaron los cimientos horadando cinco metros la roca para asentar la base cilíndrica, pero dejaron el hueco sin rellenar. A su alrededor, hicieron una construcción hexagonal para los dormitorios, la oficina y las demás dependencias de forma que el fuste queda en el centro, circunvalado por un pasillo por el que se accede a las habitaciones”.
Cuando lo vi en los planos, desde arriba me pareció un ojo: el negro hueco de la escalera sería la pupila, las escaleras el iris y el pasillo la córnea.

Cecilio Soto Palomo

4 de enero - He bajado hasta las rocas acompañado de Neptuno porque me ha parecido ver algo extraño. He sentido un desasosiego enorme al pensar que no estaba solo en este islote en medio del océano. Desde el fanal he vislumbrado algo que parecía un buzo, que al poco de dejarse ver se escondía entre la escollera. He cogido el tranco de la puerta y acompañado del perro me he puesto a investigar. La búsqueda ha sido angustiosa. Llegué a pensar que a Neptuno, por su larga estancia en el faro sin contacto con la civilización, se le han atrofiado los sentidos.
Unas veces se adelantaba unos metros y otras caminaba tras de mí, sin ningún signo de alerta.
¿Por qué no ha detectado la presencia del extraño?
¿Tal vez el intruso mediante alguna sustancia anula el sentido del olfato de Neptuno?
¿O es que realmente lo tiene atrofiado?
Hemos circundado gran parte del islote desde donde lo permite el nivel del agua, sin ningún resultado.He descubierto una cueva a dos metros por encima, pero como no he cogido una linterna ni una tea para alumbrar y el pobre Neptuno no puede detectar nada, he dejado la búsqueda para mañana.

Jesús Salgado Romera

EL FARO DE FARNORT

1 de enero de l796

Consciente de estar sentada por última vez en mi roca favorita, contemplo el rielar de los rayos de sol sobre las crestas de las pequeñas olas, haciéndolas reverberar como espejos. Memorizo este mar como una estampa de agua. -El mar es algo vivo, “no se puede cruzar dos veces el mismo río”, dice el filósofo Heráclito, y así, hace años que añado imágenes de estas aguas al calidoscopio de mi mente-.
Cuando dentro de tres horas llegue la balandra, Frank, mi padrino y farero titular, firmará el cese en el libro de actas y dejaremos el faro de Farnort para siempre. Ha querido que yo esté presente, como homenaje a tantos días como le he acompañado en el faro y, supongo, para ayudarle a mitigar su pena.
La entrega del puesto será para “el conde farero” nombre irónico con que en el pueblo designan al noble que ocupará su lugar.
Cierto es que mi padrino había pedido el relevo; tras dieciséis años de servicio sus articulaciones se resienten por la humedad –este invierno las escaleras le han supuesto un reto- y su vista ya no es tan aguda. Ha decidido retirarse a vivir a la pequeña finca de sus difuntos padres, a seis millas del pueblo. -¿Y yo?- Aunque nos duela, seguiré como criada de la casa parroquial, pues no es propio que una huérfana conviva con un hombre con el que le une el somero lazo del apadrinamiento.
Cuando Frank se planteó su retiro, ofreció al Consejo Portuario el nombre de una persona dispuesta a relevarle: un joven sobrino que hace años marchó a la otra punta del país para hacer fortuna, no yéndole tan próspero como esperaba; trabaja actualmente con un cantero, y su intención es regresar y establecerse en el pueblo. El puesto de farero, que tiene gastos de alimentación pagados y buena remuneración, le interesó, y el Consejo dio su visto bueno. Tardaría algunas semanas en poder dejar su trabajo y atravesar el país, mas no había prisa.

Matilde Ramírez Aranda

4 de enero
Siento curiosidad, oigo ruidos. Las tablas que el tiempo resecó, crujen de forma aleatoria en torno a nosotros, y bien digo, nosotros, porque Neptuno no se separa de mi lado y gira la mirada, como yo, hacia los orígenes distintos de los inquietantes sonidos. Desde que la mar está en calma aumenta mi agitación, oigo con claridad quejarse a la madera del piso superior o de los peldaños de la escalera.

5 de enero
Rondaba mi cabeza la historia que me había contado De Grät. En tiempos había tres hombres para atender el faro, fueron relevados por un solo hombre, que mantuvo, él solo, el faro en perfecto funcionamiento y al que encontraron muerto en uno de los viajes de abastecimiento de la balandra. Sorprendentemente, el faro no delató en ningún momento la falta de atención, ni siquiera después de encontrar el cadáver, y el cuerpo se halló aseado y perfectamente amortajado, como para unos funerales de lujo. La trascendencia de este dato ayudó a que me dieran el puesto, encontraron pocos voluntarios. Lo consideré un cuento popular, creencias de incultos que solo sirven para asustar a los niños. Ahora, sin embargo, pienso en ello.

6 de Enero
La calma me está volviendo loco. A los dos, a mí y a Neptuno. El clamoroso silencio agudiza nuestro sentido del oído, y al parloteo entre las maderas se ha unido un rumor a telas almidonadas, casi imperceptible, sólo a ratos. He examinado cuidadosamente todas las ventanas. No hay una sola cortina, pero aunque las hubiera no hay viento. Me queda por mirar la planta sumergida, esa que me he negado a visitar por temor a que la presión del mar y la humedad que empapa las paredes hagan ceder los muros. Esa que me hace pensar que puedo quedar allí, atrapado por los pedazos del coloso erguido sobre las aguas el día que estas se enfaden. Hoy reuniré fuerzas. No creo en los fantasmas... y el mar sigue en calma.

Enrique Tejón Fernández

REGANDO TOMATES CON CERA DE VELA

4 de enero
Hoy he sido atacado por piratas, pero no eran buenos piratas. En realidad no llegaron a atacar. Por casualidad me asomé a la ventana justo cuando estaban desplegándose por el islote, rodeando el faro. Como todos llevaban la espada en la mano, supuse que no traían buenas intenciones. Entonces hice lo que cualquiera haría: les grité: “¡Ríndanse, los tengo rodeados!”. Tiraron las espadas y se rindieron sin condiciones. Como no quería hacer prisioneros, les insinué que a lo mejor podían escapar. El jefe llamó a la puerta. Cincuenta metros más arriba mi fino oído oyó los golpes. Bajé y abrí. Me dijo: “¿Cómo vamos a escapar si nos tiene rodeados?”. “Cerraré los ojos; contaré hasta diez”. “Veinte”. “Veinticinco”. “Quince”. “Diez”. “Usted gana”. “Bien, empezamos”. Cantaban mientras se iban.

5 de enero
La niebla es tan espesa que al abrir la puerta ha caído dentro un trozo sobre mis pies; no he podido verlos hasta que salió el sol.

6 de enero
Me ha ocurrido algo terrible. Bajé a dar una vuelta por el islote y cuando volví el faro no estaba. Cogí una de las piedras del lugar sobre el que estaba construido y se la di a oler al perro. Echó a correr; le seguí. Se detuvo y escarbó como un poseso. Respiré aliviado, pues me avergonzaría mucho ser el único farero que pierde el faro. Pero el perro cogió la piedra que le diera a oler y la enterró; se sentó con la lengua fuera y me miró orgulloso. Creo que he sido muy brusco al decirle que era un perro muy malo. Después de todo, al darme la vuelta tenía ante mí dos faros.

Mª Jesús Rodríguez López

4 enero
La quietud de las mañanas en el faro me asombra. El rumor lejano de las olas, las miradas silenciosas de Neptuno. Ni el viento ni los pájaros se atreven a quebrar este silencio encantado.
Mis propios pasos dentro del faro parecen desprenderse de su eco y semejan susurros.
Cuando la mañana envejece se lleva consigo este sosiego y Neptuno responde con tres ladridos. Los sonidos se recobran de golpe: el viento sibilante corre por encima de las olas rompientes y los pájaros lo acompañan con una algarabía de trinos.
Neptuno y yo bajamos del fanal y, algunas tardes de bajamar, salimos a recorrer las pocas rocas que circundan el faro. Recojo algunas algas, pequeños moluscos o piedras y las arrojo para que Neptuno vaya a recogerlas. Pero Neptuno las mira distraídamente y luego se sienta, frente a mí. Me sostiene la mirada. En ocasiones me inquieta su insistencia.
* * * * *
Al atardecer subí de nuevo al fanal. Neptuno y yo nos sentamos a contemplar el ocaso. La tarde moría y algunas estrellas comenzaron a titilar tímidamente. El sol se ocultaba detrás del horizonte marino; refulgió desafiante, por última vez aquel día, tiñendo el cielo de sangre.
Desvié la mirada hacia Neptuno. Sus ojos me observaban con severidad. Por un momento, pensé: “Lo sabe”, y mi respiración se entrecortó. Pero al segundo Neptuno volvió a ser el mismo de siempre y recostó su cabeza junto a mis pies.

Manuel Ángel Ortiz Martínez

4 de enero
Sigo aquí sentada, mirando el horizonte. No necesito nada más. Llevo tres días en este faro y la soledad se apodera de todo. Hasta el aire huele a soledad.

5 de enero
Hoy se ha encaprichado el día en amanecer con sol. A mí me encanta y deseo que la mayor parte del tiempo sea así. Incluso hasta las gaviotas parecen alegrase. Vienen aquí, al fanal, donde paso la mayor parte del tiempo. Me dedico a leer y a contemplar el mar. Siempre está jugando con sus idas y venidas. A veces las olas parecen acariciar el faro y otras se baten con furia sobre los muros. He observado una lucha frenesí entre ellas por la posesión del faro. Pero no siempre es así.

6 de enero
Estoy cumpliendo las órdenes de De Grät. No me es difícil llevar el diario y tiempo para escribir en él no me falta. Aquí las horas parecen inmóviles. El tiempo pasa con una cadencia parsimoniosa. El ritmo del aire, incluso, es lento. No hay nada nuevo que añadir a este diario salvo que los días se repiten y encadenan monótonamente.

7 de enero
De Grät no confiaba en mí, en una mujer, en que pudiera hacerme cargo de este trabajo. Nada más lejos su equivocación. ¡Estos hombres! Si él supiera que justamente lo que quería era alejarme de ellos...
Aquí, recluida voluntariamente en este faro, soy feliz. Aquí no dependo de los caprichos de nadie y soy realmente dueña de mí.

Ana Alonso Cabrera

2 de febrero
Mi nombre es Theresa. He llegado a este faro hace unos cuantos días, el día 4 de Enero a última hora de la tarde, para más exactitud, cuando faltaban apenas un par de horas para la puesta de sol. Al entrar encontré una acogedora estancia, alumbrada cálidamente con luces de aceite, un pequeño fuego ardía en la chimenea y un perro dormitaba tranquilo sobre una pequeña alfombra cerca de la lumbre. Deduzco por la lectura de las anteriores anotaciones de este diario que este enorme perro, cariñoso y dormilón es Neptuno.
Me extrañé cuando, al entrar en la estancia, Neptuno no hizo ademán alguno de despertarse, y mucho menos ladrar o gruñirme. Unos instantes después de quedarme paralizada a la entrada, abrió los ojos y bostezó con su enorme boca para, con un gemido, cambiar de posición, acurrucarse un poco más y seguir durmiendo.
Confieso que estoy muy intrigada y asustada, pues ignoro el paradero del farero y no comprendo la actitud de este perro, que no ha dado señales de alarma y además me demuestra un afecto que me emociona. Ahora mismo está sentado a mis pies, y su cabeza reposa en mi regazo.
Lo primero que hice al llegar fue recorrer todas las estancias del faro, temerosa de encontrarme a cada paso al hombre encargado de iluminar la noche y el día a los muchos barcos que van y vienen por el océano inmenso. En mi deambular imaginaba a cada paso la aparición de un desagradable, feo, gordo y malhumorado farero que me echaría sin compasión y sin posibilidad de explicación alguna por mi parte. Pero no fue así y todo lo que encontré fueron las estancias vacías.

Mª Jesús Rodríguez López

4 enero
Me desperté con los primeros rayos de luz de la madrugada. El sol me hacía un guiño desde la línea del horizonte mientras se iba desprendiendo de su reflejo marino. Con el mar en calma, oteé con el telescopio en todas direcciones, pero comprobé aliviada que no se podía divisar tierra por ningún sitio. En realidad, no podía divisar <<nada>>; <<nada>> más que cielo y agua, pero, ¿no había sido ésa mi intención desde un principio?
Mirando hacia abajo, hacia el abismo marino, el azul se oscurecía y se enfriaba y era imposible distinguir nada más que vacío. Por encima de ese vacío, se erigía el faro, sobre unos pocos metros de tierra y rocas. ¿Eran realmente rocas? Creí distinguir un remolino bajo el agua, algo serpenteaba en el fondo del mar... Pero no, era sólo un pez escurridizo que no pude llegar a distinguir bien.
El día transcurrió sin ninguna novedad. Neptuno jugaba en las escaleras con una pequeña pelota de goma: la empujaba con el hocico desde el escalón superior y seguía su descenso hasta la base del faro. Mientras tanto, yo me entretenía oteando con el telescopio el horizonte marino, hacia todas direcciones; pero el mar estaba en calma y el cielo despejado; sé que su llegada será anunciada por el viento.

Mª Jesús López López

13 de enero
Contemplo el vuelo de las gaviotas, ágil, rápido; se lanzan sobre su presa y retoman el vuelo, las alas extendidas y el botín en su pico curvo.
Por el momento, trato de disfrutar de esta soledad en esta mar azul que se mantiene en calma, aunque me siento algo abandonada en este solitario faro blanco donde pasaremos el resto de nuestras vidas.
El viaje fue agitado pero, tal como habíamos acordado, no hablé para que mi voz no me denunciara.

14 de enero
Esta noche llovió copiosamente; sentía el golpeteo de la lluvia en el fanal, pero la mañana amaneció despejada y un arco iris adornaba el cielo reflejándose sobre las aguas.
Neptuno y yo ya nos hemos hecho buenos amigos. Todos lo días bajamos la escalerilla de hierro hasta el rompiente. La flora y fauna marinas son aquí muy abundantes. Todavía no domino el arte de la pesca, pero sí la recogida de cangrejos y lapas. Cuando está bajando la marea, desprendo las lapas con un rápido movimiento de mi dedo pulgar y atrapo los cangrejos inmovilizándolos con el dedo corazón y agarrándolos entre el pulgar y el índice. Neptuno corre tras ellos y ladra desconsolado, pero parece olvidarlo una y otra vez. Corretea trayéndome algas y yo le lanzo restos que recojo de algún naufragio.
Sería muy agradable dormir en el fanal con la visión de la belleza del mar, pero quizás las luces terminarían por romper mi equilibrio mental, como ocurrió con el desgraciado farero que me precedió en el puesto.

Mª Evelia San Juan Aguado

El día 5 de enero se desató una galerna furiosa, que duró varias horas, mientras la fragata navegaba en dirección a Las Américas con toda su tripulación. Iban también algunas esposas de militares, a las que se les había permitido acompañarles en su dura travesía.
En las cercanías del faro las olas bravías y seguidas se encrespaban cada vez con mayor fuerza y altura, provocando su invisibilidad. Los hombres luchaban codo con codo azotados por la lluvia y el viento que amenazaba con arrancarlos de cuajo de la cubierta. Los relámpagos y truenos casi seguidos producían espanto en ellas, que observaban desde la bodega aquella lucha desigual, sin saber cómo ayudar desde su confinamiento. Aunque era poco más de mediodía, la oscuridad se había enseñoreado de todo.
Poco después, un rayo fue a parar al palo mayor y provocó su ruptura, tras la cual cayó con estrépito y alcanzó a dos personas. Pronto la nave quedó a merced de las furias y acabó rota por el choque contra una enorme roca oculta bajo la crecida. El hundimiento se produjo en pocos minutos. Los gritos y peticiones de auxilio apenas se oían, ahogados en el fragor de los truenos. Las escasas personas que salieron a flote se agarraban histéricas a las pocas tablas que quedaban flotando, subían y bajaban como cometas y al poco desaparecían engullidas al fallarles las fuerzas.