48 CANDELAS

Esta colección de relatos tiene un tronco común:

El diario que un farero inició con fecha uno de enero de mil setecientos noventa y seis y dejó de escribir al cabo de cuatro días. Edgar Allan Poe creó este personaje. O, tal vez, visualizó esas páginas en otra realidad y las materializó para nosotros.

¿Por qué las anotaciones en su diario terminaron de una forma tan inesperada?

(VER CUENTO DE E. A. POE)

Más de cuarenta narradores, en respuesta a la propuesta del escritor asturiano Fernando Menéndez, se han unido para conseguir la hazaña de multiplicar faros y torreros, creando un caleidoscopio de soluciones con olor a salitre, salpicadas por las olas, hechizantes y misteriosas.

Aquí están sus textos, sincero homenaje a Edgar Allan Poe y a la labor de todas aquellas personas que han diseñado, construido y mantenido los faros para que su luminaria sea, desde hace siglos, guía en la oscuridad y su sonido, la voz del hombre en medio del vasto mar.

Los cuentos están ordenados según su número de palabras para dibujar un faro: liviano arriba, sólido en su base.

El título hace referencia a la unidad de medida de la intensidad de los faros, la candela. Cuarenta y ocho- número simbólico por excelencia- enumera el total de los relatos: Un original pastiche y los 47 relatos que forman la colección.

Esperamos que esta obra sea de su agrado.


Mª Luz Fernández Llames

4 de enero-
Ha sido un día sosegado.
Mi organismo agradece esta alimentación frugal.
No he avistado un solo buque con el telescopio, eso me lleva a pensar en el papel que juega este lugar.
Al atardecer me permití una broma: Conté los pasos que doy al pie del fanal, una vez acabados los peldaños.
Luego los anoté en un papel que lancé, atado a una piedra, al vaivén del mar.
Neptuno los engulló sin haberse percatado siquiera.
7 de enero-
He descuidado el diario.
No quisiera acostumbrarme mal ni mucho menos dar la razón a De Grät.
Hoy he visto niebla allá por donde la balandra se fue hace días.
Se acerca parasitando el horizonte.
El perro y yo nos hemos mirado fijamente, hay miradas eternas y profundas.
image 9 de Enero-
La niebla sigue ahí.
No avanza pero tampoco se va.
En cierto modo me molesta su presencia tan callada, tan quieta.
Me obliga a estar pendiente de ella y el libro no prospera.
Anoche soñé con vajillas y candelabros.
Cerámica de Rouen que al romper armaba gran estrépito.
Lo sorprendente fue que cuanto más escándalo armaban las piezas más lloriqueaba el perro.
Le susurré al oído y lo acerqué a mí.
Eso me reconcilió con el alba.
15 de Enero-
Intento prestar atención a mis obligaciones y no lo consigo.
Las noches con sus caprichos absorben toda mi energía.
Los peldaños, el telescopio, los víveres…tiran de mí y yo respiro hondo, levanto la barbilla y pienso, por momentos, que De Grät tendrá que admitir lo equivocado de sus cálculos.
Pero la oscuridad llega cargada de ritmos extraños.
Las olas tardan en golpear la base del faro tantos segundos como pasos doy al pie del fanal.
Como si la maldita piedra que lancé un día liderase las mareas con matemática implacable.
El perro no soporta los números pares.
Dieciocho…veinte…veintidós
Y su cola se repliega sobre sus cuartos traseros.
18 de Enero-
La luz del amanecer no encuentra el camino.
Mi estómago sabe que la mañana está ahí pero un bosque de sombras atenaza el faro.
En esta penumbra se balancea el cuerpo frío y rígido del perro.
No sé que ha podido pasar.
Anoche le oí gemir más de lo habitual.
Tanto que terminé por adentrarme en cada gemido.
A tientas en aquel eco sin paredes.
Giré y giré en un frenesí de babas, dedos y colmillos.
Puños invisibles parecían golpear estos muros con la dichosa cadencia:
Dieciocho…veinte…veintidós
Caí sobre la piedra.
Aquí, justo donde el hambre emite ahora sus señales.
20 de Enero-
Magnífico.
Hoy es mi cumpleaños.
Podría decirse que todo va bien.
He escrito la mayor parte de lo que quería escribir.
Me estimula este manuscrito de letras rojas.
De Grät cuelga de la maroma en la que se corrompe el perro.
Noto sus ojos fijos en mis manos.
En mis venas que, como cuerdas de violín rotas, bombean sin cesar inspiración y tinta.
Ya sin ecos, sin estrépitos, sin sombras.
Sólo esa numerología que guía mis pasos hacia el fin.
Dieciocho…veinte…veintidós.
Ver biografía del autor

Jaime del Egido Mayo

4 de enero- Hoy ha soplado un viento frío del norte y el día estuvo despejado hasta primeras horas de la tarde. Después, avisté unos nubarrones hacia el noroeste que se fueron intensificando paulatinamente. Esta conjunción de viento y nubes presagia tormenta, tal como indican unos planos marítimos que encontré en la alacena del mirador.
En cuanto finalice esta anotación bajaré al almacén, en el sótano, pues en estas situaciones es conveniente utilizar carbón como combustible. El fuerte viento, si se introduce por los tiros, puede provocar un incendio en la caja de iluminación, o al menos ensuciar los cristales y reverberos disminuyendo la intensidad de luz. Tendré que bajar y subir varias veces por esta interminable escalera de piedra, portando el carbón en un  fardel atado a la cintura.
Mi estado de ánimo es excelente estando solo. La soledad es una situación esperada desde que De Grät consiguió para mí este “trabajo” en el faro, en compensación a la sentencia del juez James Finnighan.  Estuve acusado, injustamente, de un delito de robo.
6 de enero- Las cosas se han complicado antes de lo que yo pudiese prever. A consecuencia de aquél cambio brusco de tiempo, tuve una jaqueca que entorpeció mis trabajos de sustituir los combustibles y limpiar los quinqués. Para mas "INRI" se averió el sistema de poleas que regula los tiempos del fanal, para conseguir las intermitencias adecuadas en la iluminación. Me llevó horas descubrir el trozo de lienzo viejo, arrebujado en los engranajes del sistema de contrapesos. Y entre la jaqueca y tratar de solucionar la avería, me irrité hasta el extremo de gritar y patear a Neptuno,  el perro que lleva aquí varios años, y que no tiene culpa alguna.
image Ese primer día de tormenta no tuve humor de hacer apuntes en el cuaderno pero vi un grupo de tres embarcaciones, a unas dos millas al suroeste.  Al frente de ellas, y como dirigiendo, iba un bergantín, y detrás le seguían dos embarcaciones menores que podrían ser faluchos o jabegas. No se qué  motivos podrían tener para encontrarse por estas latitudes. Por el tipo el tipo de velamen, bien pudieran ser pescadores desviados de su ruta por el temporal, pero no descarto fueran corsarios de la armada inglesa persiguiendo a alguna embarcación pirata.
8 de enero- Hoy se cumple una semana de mi estancia en el faro. En general estoy satisfecho y me siento útil a la navegación, a pesar de que nadie se acerca para agradecer el servicio prestado… Me  pregunto si alguien se habrá interesado alguna vez por los fareros de carne y hueso que viven y sobreviven, aislados habitualmente, tal vez aburridos o desesperados…
Yo estoy feliz. Si soporto estos seis meses estipulados no sólo evitaré mi entrada en la cárcel sino que recibiré una indemnización de mil quinientas libras con la única condición de que me vaya a vivir a un condado alejado del de Sussex. Me aseguraron que cada treinta días, aproximadamente, la balandra del gobierno se llegará a este lugar para la provisión de víveres y combustible. Vendrán dos o tres marineros, y he de insinuarles que me ayuden a subir a la torre parte de los materiales. Habré de inventarme una cojera que dificulte mi ascensión por la escalinata.
El mar sigue en calma.
9 de enero- Hoy tengo que anotar una incidencia terrible sobre la que debo tomar una decisión, y no sé qué consecuencias pudiera traerme. Resulta que en la bajamar ha quedado al descubierto una superficie mayor de rocas y arena en este montículo sobre el que asienta la torre. Tuve la idea de caminar por la superficie despejada para desentumecer los músculos. Y en esas estaba cuando he visto restos de un naufragio: Ropajes empapados y rotos, tablones negruzcos, y diversos aparejos de pesca ya desvencijados. Y lo terrible: El cadáver de un hombre bastante hinchado, semivarado en la orilla. Fue una impresión de pena y repugnancia ver el cuerpo de aquel desgraciado, con el rostro desfigurado, barba greñosa, y aquella inmovilidad…
Lo he sacado a tierra firme tirando por una de sus piernas desnudas, y he subido rápidamente al faro porque unas náuseas sin control se apoderaban de mi cuerpo. Regresé a los menesteres habituales, pero ya intranquilo, sin poder evitar pensamientos sobre el origen de semejante tragedia.
¿Sería la consecuencia de un ajuste de cuentas entre marineros, o un ataque pirata a una embarcación menor? Y también me pregunto qué hacer con el cadáver.
Si lo dejo expuesto al sol y al aire durante tres semanas, no podré soportar su presencia. Y si lo deslizo mar adentro,  me aterrará el sentimiento de culpa…
12 de enero- Estoy desquiciado. La imagen del muerto está latiendo todo el día, en mi  mente. Por la noche sigue presente en el duerme vela y hasta en el sueño. Me despierto sobresaltado y sudoroso. Aterrorizado. Irritable. Soy incapaz de tomar una decisión que me libre de este estado permanente de ansiedad, y de estos irrefrenables deseos de salir de aquí…
16 de enero, al atardecer
Mi vida se ha convertido en un divagar sin control ni horarios. Me arrastro en el escaso espacio del mirador o desciendo, pesadamente, hasta el almacén y me paso las horas sentado en la oscuridad, con la cabeza entre las manos. No estoy controlando si las señales luminosas son las adecuadas a las instrucciones recibidas. Las noches son una pesadilla interminable entre el crepúsculo y el amanecer. Estoy derrotado y perdí totalmente el apetito. Y si estoy siendo capaz de escribir esta nota, es porque hoy me asiste un rayo de esperanza al  comprobar que, con la última pleamar, han desaparecido los restos del naufragio y también el cadáver.
Respiro aliviado, y la poca voluntad que tengo la pondré al servicio de recuperarme.
Neptuno se pasa las horas junto a mi, el pobre también está decaído y me sigue a todas partes en silencio.
18 de enero- Sigo mejorando y al retomar esta mañana la vigilancia de mis obligaciones no vi iluminación alguna en los cristales del fanal. Pensé se habría apagado el carbón. Afortunadamente, un rescoldo insignificante aún permanecía en ignición y he podido recuperar el fuego. Me llevó toda la mañana, cambiar otra vez el sistema de combustible e iluminación.
Me siento mejor: responsable de mi situación, consciente de mis obligaciones... pero quiero dejar ya este lugar.
Ya no disfruto la soledad. Desapareció la agradable sensación de ser el dueño de una torre en medio de un extenso Océano, que ahora puede traerme peligros en cualquier momento.
23 de enero de 1796- Cuento los días que restan para que vuelva la balandra, y pueda, al fin, narrar lo que he visto, y tal vez aliviarme de este agobio en el que estoy inmerso. Mi ánimo ha mejorado cuando me he hecho con el funcionamiento correcto del fanal. No obstante, abandonar el lugar es una idea obsesiva.
Tal vez convenza a los marineros que lleguen, si les digo que está previsto un automatismo para el funcionamiento del faro durante un mes, y no les importe que regrese con ellos... Después, huiría de la justicia, me buscaría la vida como jornalero donde nadie me conociese. Pasar el resto de mi vida en la ilegalidad, a pesar del miedo a que me descubran, siempre será mejor que continuar en esta incierta y solitaria cárcel, acechada de peligrosos asedios.
2 ó 3 de Febrero- Estoy furioso conmigo mismo y con la sociedad. ¡Me siento engañado y ultrajado!
¿Quién podría suponer que los tripulantes de la barcaza fueran un sargento, un cabo y un soldado de la marina real?
Solo un ingenuo como yo no lo hubiese previsto. Aparte de las provisiones, traían el encargo de dejarme aquí de nuevo. Los militares portaban a la cintura una espada y un trabuco. El soldado no soltó el mosquetón en todo momento. En dos horas, servidos de una pequeña balsa, habíamos transportado todo el cargamento hasta el roquedal. Y en otra hora más, lo habíamos colocado en el almacén. Comprendí la situación y no hubo apenas intercambio de palabras.
¡Ojalá sean abordados por piratas y echen sus cuerpos al mar para que sus huesos sean pasto de tiburones!
Aún me restan cinco meses de esta estancia, pero ya tengo muy claro que voy a poner todo mi empeño en sobrevivir aunque sólo sea para vengar esta humillación. Sé lo que haré y a quién he de... cuando me vea libre al fin. De momento y para no levantar sospechas, me ocuparé sólo del funcionamiento del faro. El resto de encargos, incluida la escritura de este diario, que lo haga el “sursum corda”.
Ver biografía del autor

José Julio Cueto Lozano

4 de enero - Calma chicha durante todo el día. Empiezo de la misma manera, escribo de la misma manera, vivo de la misma manera. Otro día más en lo de siempre; lo de siempre... suena absurdo, pues apenas acabo de empezar esta experiencia insalvablemente fría, solitaria, rutinaria. Me gusta esto; o eso creo. No estoy muy seguro. Sin embargo, a Neptuno se le ve eufórico mientras escribo mi libro en el balconcillo sobre el que se encuentra el torreón y la linterna.
Está adoptando el hábito de salir del faro a primera hora de la mañana y a partir de media tarde. Seguramente sea algo que me habrán comentado De Grät o el capitán de la balandra que haría. No estuve muy atento, sólo quería que me enviaran aquí lo antes posible. El incidente en altamar pudo tener algo que ver también. De todas maneras, es como si ya hubiese olvidado todo, incluso mi indignación por tardar tanto en otorgárseme este puesto. “Orgullo de noble” lo llamaba Orndoff el pedante. Me alegro de no tenerlo nunca más pululando a mi alrededor recordándome mi ridícula posición en la cada vez más pronunciada jerarquía de la nobleza. Ahora ya no importa. Soy feliz; a mi manera. En realidad, aquí sólo existe mi manera.
Creo que tendré que quitar algunos de estos apuntes sin sentido antes de entregar el “informe” a De Grät.
image 5 de enero – El tiempo está cambiando. Parece la calma que precede a la tempestad. Este extraño calor acabará en una tormenta de las que hacen época, estoy seguro. Pronto caerá sobre la estructura. Espero que el agua no se filtre y tener que nadar por la fachada de amplios zócalos y cornisas.
El mantenimiento del faro es menor trabajo del que el pesado de Orndoff pretendía asegurarme. El sistema catóptrico, como lo llaman los entendidos, resulta ser de lo más simple. Con ese nombre llegué a imaginarme todo tipo de maquinarias imposibles, pero nada más fuera de la realidad. Neptuno ya empieza a quejarse y llamar mi atención para bajar a dar un paseo por las inmediaciones. Me parece algo cargante. No obstante, me sienta bien moverme un poco y dejar de darle vueltas a todo; sobre todo mi libro. Estoy atascado respecto al libro. Me sumerjo en mi mente durante grandes intervalos de tiempo. Eso demuestra mi felicidad, aunque no ayuda a redactar.
“Déjame, Neptuno, ya estoy harto. Bajaremos cuando yo lo diga.”
A él no le importa mi “orgullo de noble”. Calla y espera paciente. Nos respetamos el uno al otro. Sería imposible si fuese humano como nosotros. Me alegra que sea un perro. Creo que ya lo he dicho o escrito antes...
6 de enero – Primer día de tormenta. Se me antoja poner “primero” por la pinta que tiene de ser un temporal bastante largo. En realidad no es el primero, ya que ayer nos pilló el aguacero regresando del paseo.
Hoy casi choco con uno de esos arcos de medio punto que pretenden hacer de esta práctica construcción, un lugar más acogedor. ¡Menuda idea!
Neptuno no deja de fijarse en mi segunda cabeza. Empiezo a ponerme enfermo, es a lo que más miedo le tengo. Quiero pensar que no será nada importante.
Hoy he vuelto a abrir el diario porque Neptuno no deja de ladrar. Sale al balconcillo y se pone a ladrar como un loco bajo el chaparrón. Ya le he agarrado, arrastrado y reñido un par de veces. Es un cabezota. No quiero coger una pulmonía por su culpa.
7 de enero – Segundo día de tormenta. Perdón, quisiera decir eso, aunque hoy ha amanecido el cielo plomizo, pero tranquilo. Neptuno seguía ladrando después de que me despertase y no deja de morderme el pantalón para que le lleve fuera. Empieza a recordarme a Orndoff y no puedo evitar odiarlo.
Peor, algo peor que la enfermedad. No tengo fiebre, me he asegurado 20 veces. Estoy bastante bien físicamente... Sufro alucinaciones. No, no lo hago.
Debo escribirlo todo, pero no quiero que me tomen por loco. ¡Qué importa! Todos deben de pensarlo ya.
Hoy cuando bajamos por la mañana al paseo, Neptuno insistió en bordear el pequeño acantilado y bajar. La marea estaba demasiado baja, extremadamente baja. Se metió en una cueva antes de que pudiera rechistar. Seguía tan nervioso como en medio de la tormenta.
Tardaba tanto en salir que decidí ir tras él. Seguí sus ladridos por el túnel hasta que me quedé completamente a oscuras. Temía que mi mente divagase entre miedos, por ello, me concentré en el perro y su ladrido. Fui tanteando el lugar, el cual era bastante amplio - no tuve que agacharme; ni siquiera era capaz de tocar las dos paredes de la cueva al mismo tiempo-. De pronto, me paré al lado del animal que gruñía sin cesar en la oscuridad. Traté de tirar de él pero no cedió ni un palmo. De repente noté el aliento. ¡Un aliento en mi cara! ¡El brillo apenas apreciable de unos ojos que intuía como se acercaban! Al instante me hallé espantado, corriendo y tropezando con los salientes del túnel. No grité, pero me sentí abatido y he regresado al faro.
Neptuno ha desaparecido. No volví a oír su ladrido. Aquí estoy escribiendo. No sé si fantasía o realidad. Si ocurre algo espero que esto quede como prueba. Tengo miedo. No quiero morir, mas no quiero volver.
No voy a avisar a De Grät.
image Noche del 7 al 8 de enero – Neptuno ha vuelto. Estoy histérico. Un rayo fue lo que me mostró su regreso. El regreso de los dos: El hombre y el perro. Me aterroriza volver a ver a ese hombre. Neptuno ha vuelto a ser el mismo, empero yo no sé si aguantaré esto una vez más. Siento el corazón volcando y dando tumbos como abatido por el frío e intranquilo mar que me rodea. Esos ojos negros, la cara mortalmente blanca enmarcada por los largos mechones negros. Nunca he visto algo tan hermoso y terrorífico al mismo tiempo. Se acercó tanto a mí como la última vez. Hasta que sus labios casi rozaron los míos. En aquel momento casi me pareció hasta erótico; en cambio, creo que he vomitado más de 3 veces después de aquello. Un rayo se lo llevó de nuevo. Han pasado varias horas en vela. Sigo sin relajarme. No necesito consuelo, no necesito a nadie, sólo quiero que me dejen en paz.
9 de enero – Le he vuelto a ver. Le he vuelto a ver. He vomitado otra vez al sentir su aliento pútrido sobre mi cara. Me ha besado.
Neptuno me ha mordido.
El fantasma aparece y desaparece. No quiero moverme, no quiero ver nada ni a nadie. Estoy asustado, excitado. ¿Quién abrió la caja de Pandora?
No puedo escribir. No puedo describir lo que ocurre.
Sin fechar – Me he encontrado este diario. Pandor me lo señaló mientras jugaba con Neptuno. Debe de ser suyo. No sé si lo ha escrito él, pues lleva mi nombre, pero nada de eso ha sucedido, se lo ha inventado. Debe de ser su forma de entretenerme. Acaba de desaparecer otra vez dejando solo a Neptuno. Ahora sube hacia aquí. ¡Mira, aquí vuelve Pandor! Ahora está a mi lado. Me pide que me tire por el balcón.
Acaba de saltar la balaustrada. Neptuno ladra sin cesar. Oigo a Pandor subir las escaleras. Viene vestido como una de aquellas marionetas que encontramos en el acantilado, entre aquel amasijo de madera. El barco fantasma lo llama. Me pregunto cómo llegaría hasta aquí. Ayer no estaba.
“Ya me tiraré más tarde, ¿no ves que estoy ocupado?”- le digo.
Me gusta escribir. Nunca lo había hecho. Creo que puede deberse a que solamente he leído un libro en mi vida y está incompleto.
¡Qué gracia esto del diario!
“¡Neptuno, ladra más alto!” Debería decirlo en voz alta para que me oiga...
Me pregunto de qué servirá el aceite quemado, huele fatal. Y el espejo ese extraño, “parabólico” dice Pandor. Yo mismo he inventado ese nombre...Pandor.
¡Alguien me grita desde un barco! No le entiendo. Dice algo de encender; no sé qué de una luz que por las noches hace de guía. Iré a saludar y ver qué quieren, así de paso contento a Pandor, que sigue insistiendo en que salte y me estrelle...
Ver biografía del autor

Ángela Martínez Duce

4 de enero- Me he despertado  temprano. He comenzado con las tareas de todos los días, poco a poco voy adquiriendo pequeñas rutinas. Subir hasta el fanal y mirar por el catalejo, hasta donde la vista alcanza, es una de mis preferidas. La niebla se ha colado por mi ojo y ha penetrado en mi alma. No he podido  distinguir  a un palmo de mi nariz. He escuchado  gruñir y revolotear a las gaviotas alrededor del faro; parecían disputarse  un pedazo de tierra firme. Su sonido cada día me parece más humano; quizá deba realizar un estudio sobre su lenguaje. Hacia el medio día las nubes se han elevado y dispersado guiadas por  un torbellino de viento. Las horas se me han pasado volando mirando el horizonte, sigo familiarizándome con el paisaje, cualquier detalle, por minúsculo que sea  me sorprende. En el momento que escribo estas líneas las  sombras de la noche lo cubren todo. Neptuno duerme a mis pies. La vela oscila. El mar está en calma.
7 de enero- Ha sido una noche agitada. El viento arreció con fuerza de madrugada. El golpeteo de las olas sobre las rocas ha acompasado mi sueño. Ha sido como escuchar de nuevo el viejo carillón de la casa del señor Hollder. El viejo señor Hollder, el huraño señor Hollder, el ruin del señor Hollder. Espero que sus entrañas sean pasto de las llamas del infierno. En noches de vigilia, como la pasada, su voz atiplada de dama de compañía, sus formas suaves y amaneradas, el golpear de la regleta, parecen regresar del pasado. He subido a lo alto del fanal a respirar aire puro  para ahuyentar viejos fantasmas. La mañana se ha confundido con la noche: fría, lúgubre  y desapacible. Me he dedicado a inspeccionar de nuevo cada rincón de este fortín. He mirado por el catalejo. Las olas rompían con tanta furia contra los muros que he temido que el islote se hundiera. He bajado hasta el foso a comprobar que los cimientos seguían firmes. Es increíble que estos muros aguanten. Neptuno se ha puesto a ladrar como un loco a la  pared del fondo. Ha sido como si percibiese la presencia de un extraño. A una  cabeza por encima de la mía, he distinguido un adoquín que parecía sobresalir de la formación. He estirado la mano, el pedrusco se ha soltado con facilidad dejando al descubierto una pequeña cavidad. He palpado y mis dedos han tropezado con un viejo y manoseado manuscrito.  En la cubierta unas iniciales D.D.
6szejc73dasxti8ne4rz8 de enero- De nuevo el viejo carillón ha repiqueteado en mis oídos durante la noche. Por un momento he sentido que de nuevo el señor Hollder quería acaparar mi pensamiento, pero el descubrimiento del día anterior ha sido más fuerte. Ahora todo es diferente, tengo un nuevo compañero: “Robinson Crusoe” de un tal Defoe. Lo he hojeado con detenimiento. Mi primer impulso ha sido leerlo, pero he preferido prolongar el deseo en el tiempo. Hoy, cuando cumpla con mis obligaciones rutinarias, dedicaré una hora a su lectura.
10 de enero- Ayer no pude escribir. El tiempo empeoró de forma considerable. El faro se cimbreaba como una caña de bambú. Después de subir y hacer las comprobaciones rutinarias, pasé todo el día en el catre con mi buen amigo Robinson. Neptuno escuchaba nuestra conversación. Apenas leí un capítulo cuando entablamos un diálogo de lo más interesante. La conversación nada tuvo que ver con esas otras mantenidas en tantas ocasiones con tantos hombres respetables de la sociedad, pero cuyas cabezas estaban vacías. Si pudiera haberme escuchado De Grät, cómo hubiera disfrutado. Cuando ya había anochecido me preparé algo de comer. Neptuno alborotado ha comenzado a correr escaleras abajo. De nuevo le he seguido hasta el foso. Me intranquilizan estos arrebatos de mi fiel amigo. Un viento helado me ha rodeado. Entonces he escuchado unas voces. Cuando Neptuno ha dejado de ladrar, del fondo del foso ha ascendido un largo lamento. 
20 de enero- Los vientos del Norte del Sur, del Este y del Oeste han soplado todos a la vez durante estos días. Por el catalejo sólo he visto mares de nubes y de espuma blanca. En cambio no me siento solo. Creo poder afirmar que, por primera vez en mi vida, he encontrado un verdadero amigo en Robinson. Ni De Grät y mucho menos Orndoff  consiguieron nunca entenderme. Sé que se aprovechaban de mí. Sólo me querían por mi posición, pero qué podía hacer un joven que se ha criado sin afecto y no ha conocido ninguna otra familia que el señor Hollder. Robinson es diferente, también me cuenta que ha tenido una infancia dura. Hoy me ha prometido que un día de éstos me presentará a su amigo Defoe. 
20 de febrero- Ya no presto atención  ni al mar ni a las nubes. Paso todo el tiempo con Robinson y Defoe. Mi fiel amigo Neptuno cuida de mí. Una vez al día me alerta con sus ladridos de que es la hora de comer. Después bajo hasta el foso y esparzo unos trozos de patatas. Sé que allí habitan otros seres. Quizá algún día escriba un estudio sobre ellos. Pero tengo tiempo. Ya nada parece tener importancia. Me siento bien entre estos amigos. He tomado una decisión: No voy a escribir el libro por el momento, Defoe me ha dicho que tengo mucho que aprender y que él puede enseñarme. Dice que, cuando llegue el momento, sabré que estoy preparado. Mientras, lo único que escribiré será la lista de las provisiones y la de mis intenciones para que en abril, cuando llegue la balandra, no me tomen por muerto y por equivocación traigan a otro farero. Robinson y Defoe no quieren que venga nadie.

Manuel Ángel Ortiz Martínez

4 de enero- Otro día más y la percepción que tengo de él no es nada diferente de los anteriores. No obstante, parece que el tiempo aquí está detenido. No hay nada que perturbe el silencio dentro de este cilindro vacío, hueco. Sólo cuando abro la puerta para salir a la terraza que rodea el faro se siente el rumor de las olas y algunos cantos de gaviotas. Pero nada más. Es como si no hubiera absolutamente nada fuera de este lugar. Pero dentro tampoco lo hay, salvo el silencio. No sé si esta soledad es comparable a la que siente un encarcelado en una celda de aislamiento.
5 de enero Los días se me hacen interminables y esta soledad elegida se ha vuelto una tortura. Controlo el tiempo pero deseo que pase lo más rápidamente posible. Me entretengo limpiando las luces y los ventanales de este “gran ojo” que guía a los barcos. Pero, ¿qué barcos?, ¿a quién guía? Hace sólo unos días que estoy aquí y me parece una eternidad: nada cambia, nada nuevo, nada...
Sé que hoy es la noche de Reyes y deseo de todo corazón que mi regalo sea un contacto con el mundo. Pero me temo que en esta soledad los días carecen de sentido y todo es una monotonía desesperante...
Me da miedo conocerme porque cada día que pasa es mayor mi abatimiento y locura. Yo, un noble del reino, ¡y no soy nada diferente a un vil campesino! ¡Cuánto daría por estar con una mujer! Aunque, a mi edad, ya eso es lo mismo. Ha llegado el momento en el que no importa con quién estés con tal de estar acompañado.
6 de enero No sé en qué día vivo. Creo que hoy es 6 de enero de 1796. Sólo lo supongo porque no sé si mis cuentas son correctas. Voy tachando días en un calendario improvisado que he dibujado en la pared pero la memoria me va fallando y cuando me levanto no sé si señalo bien el día en el frío muro. Voy apuntando en el diario todos mis movimientos, pero he estado enfermo y no sé cuánto tiempo he pasado en esa situación. Quizá hayan venido a traerme las provisiones. No recuerdo nada salvo que sigo en esta soledad insoportable y rezo por que llegue el día en que la paz arribe a mí.
image 6 de enero Me siento muy cansado, casi agotado. Nunca pensé que fuera tan difícil estar a solas consigo mismo. La soledad es cruel y mi desesperación está llegando a límites insospechados. No tengo ganas de escribir, pero sé que el contacto con este diario es lo único que me mantiene en pie. Sería muy fácil lanzarse desde esta altura al mar. Seguro que no sentiría nada. Sin embargo, este pensamiento es de cobardes. Pese a mi estado de salud y mis años, me sigo queriendo lo suficiente como para luchar por vivir. La sombra negra y alargada y su guadaña llegará a mí cuando sea el momento. No le daré el gusto de adelantarme a ella. Es cierto que la muerte está tan segura de su victoria que nos da una vida de ventaja. Y esa ventaja es la que voy a aprovechar.
7 de enero Hoy he amanecido con más fuerza que de costumbre. Parece que mis plegarias han causado el efecto oportuno. El día se antoja radiante. Acabo de ver en el horizonte un barco. Aunque mi vista ya está muy cansada, este catalejo me ha dado la oportunidad de divisarlo. Sé que son mis provisiones, o eso espero. Pero..., ¿qué hace? ¿a dónde va? No se dirige al faro. Ha cambiado de dirección y veo que se aleja por el horizonte. Si fuese un verdadero marino sabría exactamente su latitud, longitud y rumbo. Pero no lo sé. Aquí, apartado del mundo, solo y desesperado, ¿qué destino me espera?
Ya no tengo ganas de escribir. Sólo deseo que el destino cumpla su cometido...
Ver biografía del autor

Luis Miguel González García

- Señora Murray, localice al Inspector McMillan y hágale saber que debe acudir a mi despacho de manera inmediata.
La voz del Jefe Superior de policía del distrito de Man sonó como lo que era: la de un hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido. El Superintendente le había llamado y le había ordenado que se pusiera manos a la obra, de forma inmediata, para resolver la desaparición de un farero en el islote de Man.
¡Menudo muerto, o mejor dicho desaparecido, que me ha caído encima!– pensó, mientras la impaciencia por la tardanza del maldito McMillan empezaba a apoderarse de él.
- Señora Murray, ¿todavía no ha localizado al Inspector?
- Sí, Jefe; ya viene para aquí.
- Hágale pasar en cuanto llegue.
Apenas tres minutos más tarde se abrió con gran estrépito la puerta de su despacho y el hueco fue cubierto casi en su totalidad por la humanidad desbordante de McMillan.
- ¿No le han enseñado a llamar a la puerta?
- Disculpe señor, pero como me estaba esperando supuse...
- Déjese de suponer – le espetó el jefe irritado -, y siéntese. Escuche con atención lo que voy a decirle...
image A partir de ese momento el Jefe Superior le puso al corriente de la situación.
- Hace un par de días llegaron al Departamento de Costas media docena de denuncias de otros tantos barcos que navegaban en las inmediaciones del faro del islote de Man. Contaban que el faro no funcionaba y que parecía abandonado ya que le estuvieron enviando señales que en ningún caso obtuvieron respuesta. El Departamento envió a un inspector a averiguar qué sucedía y lo único que encontró fue esta especie de diario; ni rastro del farero ni de persona alguna.
El Jefe le tendió a continuación una libreta de pastas negras, como de hule.
- Ábrala – le ordenó al Inspector.
- No parece que le diera tiempo a escribir mucho: empezó el día de año nuevo y no llegó a reyes.
- Deje de hacerse el gracioso, McMillan. Eso es todo lo que tenemos. Deje todo lo que tenga entre manos y dedíquese de lleno a este asunto. ¡Quiero algo que poder entregar al Superintendente en tres días! Ya puede retirarse.
- Sí, señor; ahora mismo me pongo a trabajar en ello.
McMillan salió pensando que el Jefe volvía a tener la úlcera sangrando, ya que cuando eso sucedía su carácter se agriaba de manera evidente y casi insoportable. Una vez en su mesa de trabajo se puso a leer el breve diario del farero: “ 1º de enero de 1976- Hoy, mi primer día en el faro...”. Lo leyó con calma y atención dado que sus próximos días de trabajo iban a girar en torno a quien lo había escrito.
¿Y esto es todo lo que tengo para saber qué ha pasado con el farero en cuestión? ¡Menuda historia!-pensó una vez acabada la lectura, mientras cogía lápiz y papel para darle otro repaso.
Empezó a anotar nombres propios: De Grät, Neptuno, Orndoff.
¡Vaya hombre! Tres nombres propios... y uno corresponde a un perro. ¡Pues sí que estamos bien!
En otra parte de la hoja anotó lo que se le ocurría que podían ser los motivos de la desaparición del farero: desaparición voluntaria, desaparición accidental, desaparición forzosa. Al lado de desaparición forzosa escribió entre interrogantes: cadáver, móvil, arma, asesino; y al lado de desaparición accidental anotó: climatología, estado de salud, restos...
Dejó de escribir.
- Tengo que ir al islote de manera inmediata–se dijo para sí mismo.
Se levantó; cogió su gabardina del perchero y salió a la calle. Necesitaba un poco de aire fresco que le ayudase a enfocar el caso con buenas vibraciones.
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Carmen G. Saavedra

4 de enero- Si me gustaran las sorpresas estaría encantado porque, en solo unas horas, hemos pasado de la más increíble calma al más inesperado temporal. Las olas baten contra las rocas con furia y el viento agota sin piedad toda la estructura del faro. Esto me produce cierta inquietud, porque ayer pude observar en mi inspección que no tiene la solidez imprescindible en estas construcciones, tan expuestas a la furia de los elementos.
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image Empiezo a pensar que esta no es la soledad que yo buscaba... que yo anhelaba para encontrar la paz y encontrarme a mi mismo... Ya no estoy “solo” porque me acompañan la incertidumbre y el terror. No era esto... no era esto...
Y me refugié en los confines de la tierra, aunque fue en vano.

Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán

4 de enero- Ya llevo 4 días aquí encerrado y lo que en un principio me resultaba atrayente empieza a pesar sobre mis hombros.
El mar está en calma, pero presagia que va a llegar un gran temporal. ¿Será suficientemente fuerte este lugar para resistir el embate de las olas?
Hoy me visitará el encargado de traerme el avituallamiento. Sé que no he de hablar con él -son las reglas- pero estoy deseoso de, al menos verle; de comprobar que no estoy solo en este mundo. Desearía gritar, mantener una conversación y que me informara sobre lo que ocurre al otro lado de estos muros, sobre todo de aquellas personas que, aunque soy consciente de que les he hecho mucho daño, están en mi mente y golpean mi cabeza.
image Hablo alto para escuchar mi voz y acallar los fantasmas que me gritan: ¡Estás solo... solo...! En algunas ocasiones, hasta entono canciones melancólicas, que reflejan mi ánimo.
Lo único un poco más agradable es escribir este diario porque en él descargo toda mi furia.
Se ha hecho de noche y el haz de luz del faro pasa una y otra vez, repitiendo y repitiendo su monotonía.
Me retiro al camastro que está tan frío como la muerte.
5 de enero- Me levanto en una mañana negra, con una espesa niebla que impide divisar cualquier barco que pudiera navegar cerca. El sonido del faro, que parece un suspiro quejumbroso, me llena de temor.
He bajado al sótano, cuya construcción queda dentro del mar, parece que hay más silencio, solo se escucha un pequeño ruido, posiblemente sea el movimiento de algún animal. Hay gran desorden: tablones atravesados, farolillos viejos, periódicos tirados por todas partes y hasta excrementos de animales. Mi antecesor no podríamos decir que fuera pulcro. ¡Esto es una inmundicia!
Intento poner un poco de orden. Tengo poca luz. En un rincón he encontrado un arcón grande, de madera. Procuro quitarle toda la mugre que le cubre. Mi curiosidad es superior al asco que me produce todo esto. Abro con dificultad los cierres de hierro oxidado. Encima de todo encuentro un libro, parece ser el diario del faro -me lo llevaré para que me sirva de entretenimiento-. Más abajo, entre papeles y trapos, he encontrado restos de vestidos femeninos, manchados de sangre, y muchos periódicos cubriéndolo todo.
Esto me supera. Subo horrorizado. ¿En qué lugar, tan lúgubre, estoy metido?
Quisiera marchar. Pienso que sería más llevadero encontrarme en una cárcel, donde por lo menos escucharía el sonido de otras gentes. Porque ¿qué es esto más que una cárcel? ¡No! ¡Qué digo!... Mucho peor ya que me asaltan pensamientos horribles, recordando... Mas he de continuar aquí porque la ciudad donde nací, después de lo ocurrido, me desprecia.
6 de enero- Me ha despertado una gran galerna, el turbón como decían los marineros cuando de jóvenes, salíamos en una pequeña lancha al mar. Nos gritaban: ¡Entrad al puerto que viene el turbón! y nosotros, inconscientes, no lo veíamos por ningún lado; el mar nos parecía en calma. ¡Qué recuerdos!. Aquella vez mucho nos costó enfilar la barra para entrar al puerto.
Creo que voy a dejar este diario, no me aporta ningún consuelo, solo me hace recordar y dar vueltas a todo lo sucedido.
Me aseo poco y mis barbas ya son largas. ¡Que importa!, si voy a morir aquí.
No puedo esperar más. Cuando venga nuevamente la barquichuela con mis alimentos, sólo encontrará mis despojos.
7 de Enero- Me levanto tras una noche obsesionado con la forma de acabar con esta maldita vida. El cielo y el mar son una masa oscura. He de vigilar el buen funcionamiento del faro.
He ojeado el diario del faro encontrado en el arcón. Me asalta la tentación insana de volver al sótano, aunque me asuste seguir inspeccionando, mas hoy siento como un peso que me derrumba e impide que realice nuevos descubrimientos.
8 de Enero- Continúa la tormenta.
He bajado al sótano, donde no se escucha nada; es el silencio de la muerte. La intriga ha superado a la angustia que me produce lo que pueda encontrar.
Al abrir el arcón vuelve a salir aquel hedor nauseabundo, pero ya no me detengo. Hay muchos periódicos, arrugados y rotos, y más vestidos de mujer rasgados.
He de llegar hasta el fondo. Voy sacando con brusquedad todo lo que encuentro a mi paso. Soy como una fiera enjaulada al acecho de su presa.
Al fin encuentro un cuerpo. Es de una mujer. Parece estar momificada. Su cara y sus manos son finas. El vestido blanco y bordado que la cubre se ve deslucido por la pátina del tiempo; tiene el aspecto de una novia, reposando... A pesar de todo es bella, ¡una gran dama!
Me causa horror. Siento el movimiento de algún bicho a mi alrededor. Con la tenue luz del farolillo observo ratas que me miran como a un intruso en sus posesiones...
No, no seguiré en este antro. Esto me perturba... ¡estoy conviviendo con un cadáver!
10 de Enero- Han pasado casi dos días en que no he tomado contacto con mi obligado diario y con ello incumplo lo acordado con De Grät.
No he vuelto a bajar al sótano. Lo visto allí me ha sumido en una profunda depresión, y terribles pensamientos ocupan mi mente.
Recuerdo haber leído en un periódico la noticia de un asesinato ocurrido en este faro. Se culpaba al farero, un pobre hombre que había tenido relaciones escandalosas con la Condesa de Salisbury, siendo él un plebeyo, razón por la que fue condenado a permanecer en el Faro, lugar inhóspito, en tierra de nadie y en medio del mar. Ella, no pudiendo resistir la separación, había logrado llegar al faro. Se encontraba embarazada y su amante, incapaz de vivir con tanto sufrimiento, en un ataque de locura le quitó la vida. En el diario que encontré confesaba haberla guardado en un arcón para venerarla, aunque días después intentara cubrirla con todo lo que encontraba a mano. Su delito le espantaba.
Mas, mi condición de noble no me diferencia para nada de aquél desgraciado; ocupo el mismo lugar. Mi deshonra fue distinta, pero ¿quién no comete una barbaridad en mis circunstancias...? Me volví loco al escuchar a aquéllos, que creía eran mis hermanos, repitiéndome: ¡eres un advenedizo!, así me espetaron, a mí que con tanto orgullo presumía de mi apellido. Había sido un secreto celosamente guardado. Y mi padre, ¿por qué no me había defendido?, al fin y al cabo ha sido el responsable de mi llegada a este maldito mundo. Pero como él era “El Patriarca”, todo fue considerado como un desliz de juventud. Esto me enloqueció, por eso lo hice. Mi mente sólo repetía: ¡mátalo, mátalo!
En esta soledad, donde tantos pensamientos me atenazan, me pregunto: ¿y quién soy yo? No tengo hermanos, familia ni amigos. Me he convertido en un paria, aquí abandonado, y nadie me responde...
imageEl tiempo ha mejorado, pero no soporto mi estado anímico, me recostaré en el camastro.
 11 de enero- He despertado al amanecer, después de una noche infernal, donde los murciélagos volaban a mi alrededor, sintiéndolos próximos a mi cara, negros y grandes, como demonios que acechaban para llevarme...
Comprendo que no puedo seguir así. Ni siquiera la compañía de mi perro Neptuno, que con mirada compasiva me sigue a todas partes, ha logrado reavivar mi ánimo.
El día está despejado por lo que puedo olvidarme del faro hasta la noche.
El buen tiempo ha actuado como un revulsivo y he adecentado, en parte, mi aspecto. Me he recortado un poco la barba y las melenas, que estaban tan erizadas como yo mismo.
Si pudiera pasearme por el exterior del faro... pero está construido hundido parte de él en el mar y rodeado de una gran escollera, lo que dificulta tanto su acceso. Sólo tiene una pequeña escalinata para facilitar, aunque con gran peligro, el desembarco.
image Subiré al fanal para, con el catalejo, escudriñar el mar que hoy está sereno y transparente.
Puedo observar bancadas de peces y también la flora marina, que se mece con las corrientes. Veo pequeñas embarcaciones y también el paso de delfines saltando sobre las aguas.
image He decidido bajar por la escollera. Con un pequeño anzuelo que he fabricado intentaré pescar algún pez que acompañe a las papas que me quedan hasta el próximo suministro. Los víveres son tan escasos que he de racionar mis comidas. ¡Qué castigo para mí, que estaba acostumbrado a riquísimos manjares!
El día ha pasado, anochece. He de preparar el faro para que guíe a las embarcaciones con su luz y sonido: buuuuu... buuuuu... Su monotonía me obsesiona y me trastorna.
Veo con horror la noche. Volverán los murciélagos.
12 de Enero- El faro está envuelto en una densa niebla por lo que tendré que mantener la alerta durante todo el día. Pienso que no podré aguantar ese sonido lastimero que me penetra y ahoga.
¿Debería haber aceptado la compañía de Orndoff? Pero…¿cómo podría escuchar su parloteo continuo, cotilleando sobre la sociedad? Para mí, aquí encerrado, carecería de interés. Me habría obligado a lanzarlo por la escollera.
El tiempo está cambiando. Veo aproximarse unas espesas nubes que seguramente influirán en mi ánimo. El mar, tan negro como las nubes, no presagia nada bueno. Si volviera la galerna no podría llegar la balandra y, no solo escasean los víveres, sino también el aceite que mantiene encendido el faro durante la noche.
Es mediodía y he subido otra vez al fanal. Cada vez está más oscuro. Veo pasar una pareja de cormoranes y siento moverse inquietas a las gaviotas que anidan en la escollera que me rodea. ¿Será que se acerca otra gran tormenta...? No podré resistirlo.
Hoy es martes. Mañana, día 13, si continúo sufriendo estas obsesiones, me iré sin dejar rastro.
13 de enero- La noche ha sido dantesca. Los rayos, el viento, la lluvia y el mar chocaban con fuerza sobre esta vieja fortaleza. Los murciélagos parecían monstruos gigantescos cada vez que el faro era iluminado por la tormenta.
No puedo permanecer más tiempo en este lugar. Las fuerzas me faltan. Mi retorcida mente me consume cada día. Tengo una continua lucha con los demonios que me mortifican y dominan. ¡Esto es el fin!
No se si bajar al sótano y que éste guarde mis restos... Pero no, mejor será el mar; en él reposaré para siempre.
Ver biografía del autor

Pedro Medela

4 de enero- Es curioso, es desconcertante comprobar que nunca se sabe a ciencia cierta dónde puede estar la felicidad en esta vida. La esperanza, la intuición de encontrarla dentro de estos muros que marcan el encuentro, uno de tantos, entre el mar y la tierra me llevó a atreverme a molestar a De Grät para que me consiguiera el puesto. Más seguro estaba, por supuesto, de llegar a sufrir el ataque de la soledad. Pero, ¿no era acaso lo que buscaba? De todos modos, si el hombre se hiciera cargo siempre, en cualquier situación, de las consecuencias de sus actos, probablemente no tomaría más decisiones que las relativas al cuidado material. Qué sería de nosotros sin una porción de inconsciencia, de pasión... Erasmo sabía lo que hacía cuando elogió la locura. A salvo estoy, por el momento, del tedio y de la nostalgia. No he establecido aún una rutina, y mis necesidades -mi comida, mi lecho, mi ropa- no me ocupan apenas tiempo ni me imponen más esfuerzo que el necesario para atenderlas con la dignidad que conviene a un buen cristiano. Por otra parte, mis deberes antes son un placer que una obligación. Avisté una mancha blanca, lejos, muy lejos. Supongo que tendría buen viento; el mar empezó a rizarse por la tarde.
image 5 de enero- Nunca he tenido una vida ordenada, pero espero encontrar en mi interior la disciplina necesaria para proseguir con el libro, y no sólo para no defraudar a De Grät, después de las molestias que le he causado. Tal vez algún día, sentados ante la chimenea, me cuente los pormenores. Atenderé a mis deberes, al cuidado de mi persona, al diario y al libro. Tengo tiempo y tranquilidad. Ni un solo día carece de sentido, pero tampoco debo permitir que el orden que me impongo me ahogue como un corsé. Bastante he sufrido para liberarme de la obligación de satisfacer a todos los que esperaban de mí un comportamiento, una actitud, una palabra, para ser ahora tirano de mis días y esclavo de sus horas.
El viento y el barómetro anuncian tormenta.
6 de enero- He pasado un buen rato en el nivel más bajo. La marea estaba alta y me parecía notar la presión del agua sobre los muros. Me entretuve en calcular cuánto tiempo y esfuerzo necesitaría para rellenar de grandes piedras el hueco hasta llegar al nivel de la pleamar, suponiendo que dispusiera de las piedras y fuera necesario acometer la obra, o que yo fuera un forzado, condenado por piratería o por algo peor. Tal vez llegaría a comprender, o al menos, a intuir lo que sintieron los esclavos que llevaron a término los sueños de los faraones. No comprendo por qué se dispuso este hueco. Es posible que tenga una razón arquitectónica, pero no dejo de pensar que ha podido ser utilizado como mazmorra o como escondite de un tesoro.
Creo que empiezo a pensar demasiado. Pienso en cosas que nunca hubiera sospechado que ocuparían mi mente. Percibía el rumor del mar contra los muros exteriores, y me vino a la memoria una velada en la que pude escuchar la música del gran maestro austriaco muerto hace pocos años. Dicen que fue envenenado por otro músico, celoso de su éxito. Hasta dicen que la propia muerte fue a encargarle la música para su funeral.
Me preguntó qué dirán de mí mis conocidos.

Matías Ortega Carmona

4 de enero.- La soledad suele ser buena compañía cuando se ha elegido vivir con ella. Mis pocos días en este faro así lo demuestran. Neptuno no parece llevarlo tan bien, lo veo pasear nervioso e inquieto y más de una vez le he encontrado en la parte más baja del mismo, tratando de escarbar el suelo, como si quisiese destapar los cimientos sobre los que se asienta esta mole.
image 5 de enero.- A los lados de las tortuosas escaleras, que ocupan la parte central del faro, hay unos pequeños habitáculos. Una minúscula ventana, más bien parece una tronera por donde poder disparar un cañón, proporciona a estas estancias claridad y ventilación. Aprovechando que hoy también luce el sol –en caso contrario la escasez de luz hace algo tétricas estas dependencias- he seguido con mi inspección. Hasta este momento no había encontrado más que cachivaches y objetos de escaso valor e interés, pero hoy algo ha llamado mi atención. En una de estas salas hay algunas herramientas de pesca: pequeños arpones (ignoro su utilidad) redes, nasas y un baúl que contiene libros y cartas náuticas.
6 de enero.- He estado ojeando los libros sin que ninguno de ellos llamase demasiado mi atención ¡Ninguno!, digo mal, porque el último que he examinado ha despertado mi curiosidad de inmediato. A mi lado,
Neptuno, como si también supiese leer, ha dejado escapar un lastimoso quejido y de inmediato ha salido corriendo escaleras abajo para ir a escarbar el suelo del faro con más ansias que nunca.
7 de enero.- Anoche estuve leyendo el libro. Habla de otro faro parecido a éste y de su leyenda. Cuenta las andanzas de un terrible gigante que tenía atemorizados a los habitantes de todo un país. Rodeado de gentes de la peor calaña saqueaban todos los pueblos por los que pasaban, expoliando a los lugareños y acabando con la vida de cualquiera que osase plantarles cara.
En su caminar, estos malhechores, llegaron a una tierra de exuberante belleza: verdes prados, frondosos bosques, ríos de cristalinas aguas que al desembocar en el mar tallaban la costa formando hermosas rías.
La caza y la pesca eran abundantes, por lo que el sustento estaba garantizado, siendo el mayor tesoro la naturaleza.
El gigante, cansado de tantas batallas y de andar de un lugar a otro creyó llegado el momento de poner fin a tanta tropelía y decidió establecerse en aquel lugar. Ordenó a sus hombres que respetasen a los que por allí vivían so pena de despertar sus iras si le desobedecían. Durante algún tiempo aquellos malhechores respetaron los deseos de su Jefe, hasta que hastiados de tanta tranquilidad y ávidos de codicia volvieron a las andadas. Todos menos el gigante. Éste decidió enfrentarse a sus antiguos compañeros y poco a poco fue acabando con todos ellos.
De tan cruentas luchas, también el gigante salió muy malherido, hasta el punto de que su recuperación no fue posible. Los aldeanos intentaron salvar su vida sin conseguirlo. Antes de morir les pidió que lo enterrasen junto al mar, en una zona de acantilados en la que habían zozobrado muchas embarcaciones. Su tumba sería un faro bajo el que descansaría su enorme cuerpo y él, que tanto daño había hecho en vida, podría descansar en el más allá sabiendo que aquella construcción era útil para los hombres.
8 de enero.- Las nubes han vuelto a tapar el cielo y se ha desatado una gran tormenta con profusión de aparato eléctrico. Los truenos resuenan en el interior del faro como si fuesen cañonazos, los rayos rasgan el firmamento mientras el mar ruge con furia. Me apresuro a comprobar que todo está en orden y que el faro cumplirá su función si alguna nave, por osadía o equivocación, se acerca a la costa. Después, la búsqueda de Neptuno me lleva abajo, hasta las entrañas del faro, donde viendo al animal escarbar no puedo, por menos, que recordar la historia de aquel gigante.
Ver biografía del autor

Pepa Rubio Bardón

4 de Enero- La calma de ayer ha dado paso hoy a la tormenta. Densos nubarrones ocultan el cielo y el viento del sudoeste empieza a soplar con fuerza. El mar, de aguas cristalinas hace unas horas, es una masa plomiza que se mueve amenazante. Enormes olas se encrespan y rompen produciendo un gran estruendo. Sus crestas se tornan blancas al quebrarse y la superficie del agua se cubre de espuma. Neptuno se muestra nervioso y busca mi compañía como si presintiera algún peligro. La situación le es desconocida y escruta mi rostro buscando una respuesta. Acaricio su cabeza infundiéndole calma, dándole a entender que todo está bajo control.
A mediodía el viento rola hacia el este y pierde fuerza. Entre las nubes aparece algún claro. El ruido ensordecedor es ya menos intenso. Neptuno dormita percibiendo una cierta normalidad.
image 5 de Enero- La calma es absoluta. El cielo y el mar son intensamente azules. Nada en el horizonte. Tengo de nuevo la percepción de soledad intensa que ayer se rompió con el temporal. No llegué a sentir miedo, pero sí inquietud ante una circunstancia desconocida para mí. El rumor del agua pone la música de fondo y la cálida presencia de Neptuno me conforta.
6 de Enero- Más de lo mismo. Sigue la bonanza. Escribo durante largos períodos sin que nada me turbe. Mi libro avanza a buen ritmo hacia puerto seguro. Interrumpo la tarea para otear el horizonte con el telescopio. Solos Neptuno y yo en medio de la nada.
7 de Enero- Todo sigue igual menos mi cabeza. Un dolor intenso la atenaza y casi me impide pensar. No puedo escribir y mirar hacia el exterior me produce vértigo. Quizá fui demasiado generoso con el ron ¿O era ginebra? Me acostaré y cerraré los ojos. Imposible, todo se mueve como si viajara en la balandra. Sentado con la mirada fija en un punto estoy mejor.
image 8 de Enero- Siento un profundo malestar. He tenido alucinaciones durante la noche y seres maléficos me acosan con su ostentosa presencia. Un enorme gato negro, seguramente una bruja encubierta, no me quita su único ojo de encima. El gato ha sido mi animal preferido, pero también con el que me he ensañado sin límites. Neptuno me rehuye receloso. Un vampiro, de proporciones desmedidas, ha roto la claraboya y se dirige hacia mí blandiendo sus alas como si de sables se tratara.
Noto la cabeza hueca; quizá con un poco de absenta recupere la cordura. Los párpados me pesan como losas. Morfeo aletea sobre mí.
9 de Enero- Otra noche de escalofrío. Sudo copiosamente y siento una opresión creciente en la garganta. Me falta el aire. Despierto, abro las ventanas del alma y percibo la presencia del gato tuerto que ronronea mientras rodea mi cuello con una soga. Tira con fuerza de un extremo y observo, sorprendido, que quien maneja el otro cabo, como cooperante necesario, es Neptuno. El reino animal ejecuta al sádico maltratador, no sin antes clavar sus afiladas uñas en mis ojos, añadiendo un plus a la venganza: ciego por tuerto. Misión cumplida.
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Mar (Mª del Mar Cueto Aller)

4 de Enero- Por fin. Después de tres días de relativa calma. Cuando menos lo esperaba, ha sucedido algo interesante. Quedé pasmado al verlo. Durante unos minutos no supe reaccionar. Mi vista se perdió en el abismo esperando ver con todo detalle lo que sucedía. Lamento mi error. Reaccioné demasiado tarde. Después de recapacitar intenté bajar las escaleras a toda velocidad. Incluso estuve a punto de caerme por intentar saltar los peldaños de dos en dos. Maldita escalera de caracol. Al llegar a la orilla ya había desaparecido todo vestigio. Recorrí toda la costa en dos kilómetros a cada lado del faro. Todo fue infructuoso. Ni una sola huella pude hallar. De nada sirvió que inspeccionase a fondo cada roca o cada concha que encontré.
Por un momento estuve tentado de enviar, a De Grät, una de las palomas mensajeras. Afortunadamente me detuve a tiempo. Aunque ya había escrito la nota explicándole cuanto había divisado. Hubiese sido una equivocación por mi parte. Seguro que enviarían una expedición con refuerzos y Orndoff a la cabeza. Él con su labia y verborrea seguro que se adjudicaría todo el mérito del descubrimiento. No, no pienso tolerar tal injusticia. Todavía no tengo pruebas. Esperaré a demostrar con los hechos que los rumores de mi antecesor eran ciertos. Mi descubrimiento limpiará su memoria. Demostraré que no estaba trastornado.
5 de Enero- El temporal ha empezado. No me he separado ni un momento del ventanal. Apenas he podido probar bocado. Casi he dejado de pestañear por temor a perderme la posible aparición. Todo ha sido en vano. El agotamiento me está venciendo. Tengo que descansar para estar preparado. Mañana podría ser el gran día.
6 de Enero- Después de una mañana en calma recibí un mensaje. De Grät comunica que ha sucedido otra desaparición. En el pueblo aseguran que ha sido otro suicidio. Yo estoy seguro de lo contrario. Ya iba a enviarle el aviso de lo que vi antesdeayer; cuando irrumpieron en las proximidades Orndoff y una cuadrilla de gendarmes. Llegaron con aires de suficiencia, como quienes creen estar enterados de todos los asuntos y motivos; no me dejaron expresarles mis observaciones. He decidido no comunicar nada hasta que tenga pruebas.
faro23 7 de Enero- Me enviaron otro mensaje: La décima joven, desaparecida en el rompeolas, no es la hija del alcalde como se había rumoreado. Es una forastera, sobrina lejana de su esposa, que llevaba dos semanas de visita en su casa. Esta vez, aseguran que es imposible que se quitase la vida. Con su encanto y seducción había encandilado a todos los vecinos. Incluso su acompañante, el joven Riplay, está desconsolado. No se explica cómo pudo desaparecer, sin dejar rastro, al acercarse la enorme ola que la envolvió ante sus ojos. Nadie encuentra explicación. Sólo yo imagino lo sucedido.
8 de Enero- Durante todo el día ha habido actividad alrededor del faro. No me han dejado, ni un momento de paz, para concentrarme en avistar el horizonte. Al anochecer, al fin, se han ido y he podido descansar. Espero que mañana no vuelvan a molestarme con sus estúpidas elucubraciones. De nada sirve hacerles razonar. Siguen empeñados en buscar a un asesino. Piensan interrogar a todos los habitantes del lugar. Quizás no sea tan mala idea. Al menos, mientras lo hacen, no vendrán a molestarme y podré prepararme para estar al acecho.
9 de Enero- Creo que ya sé cual puede ser el lugar por donde aparecerá. No estoy muy seguro, pero me pareció verlo junto al acantilado del rompeolas. Intenté decírselo a los gendarmes que acompañaban al vanidoso de Orndoff. Pero, apenas les dije lo que me pareció ver a sus espaldas, cuando intentaron burlarse de mí. Salí del paso alegando que se trataba de una broma. Enseguida sacaron a relucir la locura de mi antecesor. No puedo contar con nadie. He tenido que revisar el almacén del faro en busca de arpones y armas con las que poder enfrentarme. Están todas herrumbrosas y en mal estado, pero puede que así me sean más eficaces en la lucha. Estoy atemorizado. Nunca he sido un hombre violento. Ahora, no me queda otro remedio. Nadie me creería. Tendré que sacar toda la fuerza y valor de mis entrañas.
10 de Enero- Lo he visto. Espero poder regresar para terminar este diario. Si no pudiese hacerlo. Entréguenselo a De Grät. Él llamará al ejército y la armada, solo ellos podrán liberar al pueblo de tan terrible monstruo.
24 de Enero- Ha terminado la pesadilla. Me duele todo el cuerpo. Al fin, he salido del estado comatoso en que me dejó la bestia. Al caerle a De Grät la medalla al mérito sobre la yema de mi dedo medio, en la mano izquierda, mi mente se ha despertado. Luego, me han llevado a ver al molusco cefalópodo disecado. Dicen que van a hacerle un museo, con una enorme sala, donde se verá en toda su extensión sus dieciocho metros de largo. Todavía no me explico cómo pude desenredarme de esos enormes brazos y tentáculos, para clavarle el oxidado arpón. No me siento ningún héroe por haber sobrevivido al calamar. Pero, me complace haber demostrado que no estaba loco mi antecesor y haber limpiado su memoria.
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Guillermina Castañón Escalada

faro31 4 de enero de 1796- Después de la inspección minuciosa del faro que realicé ayer, pues albergaba en mi interior un temor de que la estructura no fuera del todo sólida, pude comprobar que ni “Dios puede contra estos muros”: Me pongo a cumplir con lo acordado con De Grät, de anotar todo lo que pueda suceder o parecerme que sucede...Por las noches duermo mal. Oigo ruidos: El crujir de la madera, el viento golpeando en las ventanas y en la puerta…el primer día me asusté, no sabia a que era debido, pero ahora ya estoy más tranquilo. El día pasa sin pena ni gloria, la vida aquí es una verdadera quietud teniendo por compañía el mar…¡el precioso mar! que muchas veces se torna bravío, enemigo y otras apacible y amigo, siendo mi única compañía y con quien entablo conversación. Ésta es mala época para haber venido al faro ¡en pleno invierno!, pero era tanta mi insistencia que De Grät me hizo ese favor…pero ahora pensando en esta soledad tan buscada…algo hay detrás de esto cuando me dijo “ver lo que puedas ver”…, pienso que tengo que ver algo…algo tiene que suceder o ver únicamente lo justo.
5 de enero- Me levanto muy temprano al amanecer. Si me vieran mis amigos de la ciudad…no lo podrían creer: yo que era el que cerraba los bares con esas tertulias tan amenas y que llegaba a casa cuando ya había pasado la lechera; de ahí esa repugnancia a la vida mundana, ese vacío que experimentada tantas y tantas veces después de una noche de juerga, mujeres y alcohol…Lo primero que hago es prender el fuego y calentar un café, abro la puerta y echo un vistazo al horizonte...hoy será un día soleado, seguramente que la balandra se acercará a estos lares para suministrar alimentos, y para traer la prensa de varios días…no sé qué pasa por el mundo. Hago mi inspección de rutina por el faro y por la zona comprobando que está todo en orden.
6 de enero- Sigo teniendo pasión por la soledad, y sigo experimentado una agradable sensación de estar solo conmigo mismo. Solo escucho mi respirar y mi pensamiento. ¿Seré egoísta?, por querer apartarme del mundanal ruido y no participar en nada en los problemas que puedan tener mis compatriotas. Ayer cuando llegó la balandra trajo periódicos atrasados, pude leer que las cosas por Washington no andan bien y que el presidente George Washington no piensa presentarse a una tercera reelección. De otra manera el día transcurrió placentero, por la noche estuve más angustiado, pues oía unas voces, como unos cánticos a lo lejos, pero luego cesaron, quizá sea producto de mi imaginación.
faro9 7 de enero- Ya estoy en la cama y estoy haciendo memoria de lo acaecido en el transcurso del día. Se puede decir que todo transcurrió sin ninguna novedad…el problema que tengo es por las noches. Tengo la impresión de que me vigilan, que hay pares de ojos observándome y murmurando, pues en estos momento estoy oyendo voces igual que pasó la noche anterior. ¿Qué extraño?....me estaré volviendo loco a consecuencia de esta soledad tan buscada, asustándome todo mi latir y haciéndome sentir esas sensaciones tan extrañas…¡Qué es lo que me pasa!
8 de enero- Miro el reloj: son las cuatro de la mañana…no puedo dormir; salgo del faro a respirar aire puro, pues tengo mucho calor, como si fuego corriera por mis venas, en vez de sangre. Ya no soporto este encierro ¿Cómo somos los humanos?...tanto querer la soledad y ahora me pesa y me da miedo…tengo miedo tirarme por el acantilado…Hoy ya no escribo más y quizás en unos cuantos días tampoco...hasta ver lo que decido.
15 de enero- Qué inteligente De Grät... no quería que viniera…sabía qué sucede en estos casos, y yo soy el puro ejemplo. Antes de volverme loco y hacer cualquier tontería, abandono el faro, esperaré que la balandra llegue hoy, y regresaré a la urbe, a la gran ciudad. Quizá me vino bien venir, pues ahora puedo apreciar lo que dejé atrás. Es el momento de volver, de quedar un día más algo me pude suceder…soy un hombre enfermizo y mi mente también es frágil.

Noelia Palacio Incera

4 de Enero- …la base sobre la cual descansa la estructura se me antoja de tiza… barra inestable de uso impreciso. Soy quebradizo, me desgasto. Algún día, no muy lejano, seré polvo. Padezco terribles vértigos, por ello necesito sentirme seguro, y busco las alturas para dejar caer el miedo. Pienso en este faro y en todas las tempestades que habrá soportado.
faro2 Soy el que dirige la luz, el guía de otros que buscan su camino. Esta responsabilidad me abruma, yo que nunca supe encontrar cuál era el mío…
Últimamente me concentro observando el vaivén de las olas. Ellas, ciclos de vida. Las de altas crestas rompen trágicas contra las rocas. Inertes. A mayor longitud e intensidad vivida, más terrible es la caída. Cuanta más frecuencia están en la profundidad, menor tiempo de recuperación. Así, como ola marina ha sido mi vida: matemática y físicamente precisa.
Y de nuevo…la que me hace compañía. No, así yo nunca estoy solo, con mi soledad.

María Suárez López

4 de Enero- Llevo toda la noche sin dormir, no me siento seguro, me asalta el miedo, el terror. ¿Qué será de mí si viene un furioso huracán, resistiría este faro algo así? ¡Si al menos hubieran rellenado el hueco de mampuestas!
5 de Enero- Hoy me he dado cuenta de que estoy solo, completamente solo. ¿Cuánto tiempo aguantaré esta soledad? Me siento extraño, perdido.
faro28 6 de Enero- El mar está muy embravecido, tengo miedo, mucho miedo.
7 de Enero- No recuerdo nada, ¿qué pasó ayer?, tengo lagunas en mi mente.
8 de Enero- Pienso en la dificultad que tuvo De Grát para conseguirme este puesto, y aunque me sigue extrañando, ya empiezo a entenderlo, no confiaban en mí, no me veían capaz de realizar este trabajo.
9 de Enero- El sonido de la palabra solo que repito constantemente me aterra, solo, solo… estoy solo, esa palabra resuena en mis oídos.
10 de Enero- No creo que pueda aguantar mucho más mi aislamiento.
11 de Enero- Noto ruidos, zumbidos en los oídos, no tengo ganas de escribir.
12 de Enero- Me cuesta escribir todos los días, me encuentro débil, aterrorizado. Hace días, no sé cuantos, que no ingiero ningún alimento.
13 de Enero- Pienso en De Grät, ya sé por qué estoy aquí, soy su nuevo experimento, quería ver mis reacciones, mis angustias, mis sufrimientos, cuánto podía resistir para después encontrarse con mis despojos.
14 de Enero- Pienso en la muerte como algo placentero, infinitamente mejor que este viaje a la locura que cabalga velozmente y no tiene retorno.

 

faro17 EL DÍA 15 DE ENERO
Fui encontrado muerto en el faro, decidí acabar con mi vida, ahorcándome con unas cuerdas, gruesas y fuertes, encontradas en un altillo del faro. Mi decisión había sido pensada y meditada. Vivir no tenía sentido.
EL DIA 16 DE ENERO
De Grät se presenta para ver cómo había finalizado su experimento. Para él solo fui eso. Toma sus últimas notas, está contento, ya podrá terminar su libro.
TÍTULO: VIAJE A LA LOCURA.
AUTOR: CHARLES DE GRÄT. MÉDICO PSIQUIATRA.
Ver biografía del autor

Matilde Ramírez Aranda

4 de enero- El mar sigue en calma, no sucede nada. La quietud es tal que sólo los pasos de Neptuno, en su ir y venir, alteran el profundo silencio. Sigo desconfiando de los cimientos de este coloso, siempre sumergidos. ¿Qué efecto provocará el agua durante tantos años empujando hacia adentro las piedras del muro? En mis devaneos con el fatalismo imagino el foso estrechándose lentamente, convirtiéndose en un angosto pozo, en un fino y frágil pie intransitable e insuficiente para sujetar la orgullosa torre... ¿pero que digo? Tal vez de ser eso posible el faro ya no estaría aquí hace tiempo, y yo tampoco.
5 de Enero- Todavía no he empezado a escribir. Las tareas nimias de mantenimiento del faro me ocupan una pequeña parte del día, pero algunas son duras. Ahora se por qué dudaron en darme el puesto, con mi origen noble no me suponían limpiando, engrasando ó sujetando maromas, mis manos llagadas les dan parte de razón, pero encallecerán como lo hicieron las de otros, como lo hizo hace tiempo mi alma. Como sin duda lo deben haber hecho los cimientos sumergidos de este lugar... ¿por qué vuelvo a la seguridad de esta construcción ya cien veces revisada?
6 de Enero- Neptuno está raro. Todo sigue en calma. Jamás pensé que el silencio pudiera llegar a ser tan ensordecedor. ¿Afectará también la soledad y el silencio a los perros?
7 de Enero- Sigo sin escribir. Disfruto de la soledad elegida. Neptuno no. Es digna de estudio la diferencia de preferencias entre los distintos seres vivos. La soledad, el aislamiento, la sociedad, los grupos... Neptuno es el único ser que me importa y no soy capaz de ayudarle. Ya no siento sus pasos. Está tumbado junto a la puerta. Le he acercado el agua y la comida, porque ni a eso se levanta. Tengo miedo, no de los cimientos de este coloso, no de las mareas, tengo miedo de fallarle a Neptuno.
image 8 de Enero- Quedan dos días para que llegue la balandra que me abastecerá de comida y materiales. Al menos eso fue lo acordado con De Grät. Tengo que pedir ayuda. Mis propios pensamientos del primer día retumban en mi cabeza... “o algo peor”... La cara y la cruz de las cosas, el precio que pagamos. Quise estar solo, ¿sólo? ... no, quise estar con Neptuno. Pensé en los posibles riesgos que corría yo al aislarme y los di por bien empleado... sin embargo no pensé en él, y ahora que es mi amado perro quien se encuentra enfermo, tal vez de soledad... El no es culpable de que yo no haya sido capaz de amar a nadie más que a mí mismo y por tanto me estorbase el resto del género humano...
9 de Enero- Neptuno sigue enfermo. Creía que deseaba soledad, y sin embargo me aterra la posible pérdida de mi único amigo. El ir y venir de sus pasos aliviaban mis miedos. Ahora, con su extrema quietud, sólo oigo los extraños ruidos de mi cabeza. Los que me hacen pensar que esto tal vez se hunda. Que la base de esta torre desafiante se desmorone como un castillo de arena con la furiosa arremetida de las olas. La fuerte marejada de hoy no me deja descansar. Más que nunca es necesario que el faro funcione perfectamente; sin embargo, no soy capaz de concentrarme en mis tareas. Mis manos están agrietadas, entumecidas, y oigo ruidos. Ni siquiera sé distinguir si obedecen al embate del agua, al desmoronamiento tan temido que me obsesiona desde hace días o al rechinar de mis propios dientes retumbando en mi cerebro. No es seguro que Neptuno y yo lleguemos a mañana. Tengo que dejar de escribir... un terrible crujido... no sé...
10 de Enero- Amainó la tormenta, la de afuera... Mi cabeza sigue invadida por truenos y sin embargo por ningún relámpago... ojalá por unos instantes mi enmarañado interior se viera inundado por esa luz, por alguna luz. A las heridas de mi cuerpo se suman las de mi orgullo. Me advirtieron, dudaron de mi capacidad, y ahora soy yo quien duda. De las decisiones a tomar e incluso de mi propia cordura. Neptuno necesita ayuda, yo necesito ayuda, y mi amor propio me tiene indeciso ¿o es soberbia?
.......
Neptuno y yo nos vamos mañana en la balandra... necesito algo de la sociedad que tanto me oprime... quiero que se salve Neptuno.
Algún día tal vez averigüe si mi salida de aquí se debe realmente a mi amor por Neptuno o esto es solamente un pretexto para no reconocer mi propia derrota. Envidio la nobleza de los perros.
Ver biografía del autor

Luis Parreño Gutiérrez

4 de enero - Hoy ha amanecido un día claro. Se puede ver a la lejanía casi la curvatura de la superficie marina, tal como me enseñó mi preceptor.
Neptuno está algo inquieto. Anoche tuve que apaciguarlo, pues no encontraba tranquilidad. Sus ladridos nerviosos indican algo que no acierto a comprender. Compañero mío en tantas correrías, no me extraña que te encuentres raro en un espacio tan reducido.
image 5 de enero - Una bandada de gaviotas ha hecho aparición alrededor del faro. No es que haya grandes bancos de peces, pero si quisiera pescar, no me sería difícil, ya que estas aguas son bastante tranquilas y al no haber depredadores que los hostiguen, los bancos de peces suelen visitar los bajíos de alrededor del faro.
Neptuno parece más tranquilo, y les ladra desde detrás del cristal de la parte superior mientras ellas, ajenas, revolotean a su antojo.
6 de enero - Anoche oí ruidos extraños. Al principio me pareció el ulular del viento que se levantó al atardecer, y apenas si le presté atención. Es curioso cómo la soledad hace que sintamos cosas que antes ni nos percatábamos de ellas. Por un momento sentí que alguien me llamaba por mi nombre y la inquietud de Neptuno me hizo sentir, no miedo, pero sí un respeto temeroso ante mi soledad. No me gustaría perder la razón mientras escribo mi libro.
7 de enero - Ayer avancé en la escritura de mi libro. Una vez realizadas las labores elementales de mantenimiento y limpieza del faro, me dediqué con tal ahínco a escribir que me olvidé por completo de comer. Los ladridos del perro me sacaron de mi vorágine creadora y al atardecer preparé algo de comer para ambos y abrí una botella de vino, único lujo que me permití traer a este lugar.
image 8 de enero - En el sótano del faro, bajo el nivel del mar, volví a escuchar ruido como de voces. Supongo que serán fruto de la resaca que hoy me invade tras las botellas de vino que tomé ayer. Después de cenar, y una vez hecha la ronda habitual por el interior del faro, bebí sin percatarme varias botellas del vino que traje junto con los víveres.
Ahora estoy sintiendo un extraño ruido, como de unos goznes metálicos que se abren, chirriando, tras mucho tiempo de estar cerrados. Siento pasos por la escalera que viene del sótano, y un olor intenso a mar, tan intenso que parece que está invadiendo un sargazo mi estancia.........
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NOTA: A la Comandancia de Marina. Servicio de Contratación de Personal de Mantenimiento de Señalización Marina.:
Yo, José Alfredo de la Gándara y Morlote, capitán de la balandra que presta servicio de abastecimiento al Faro, les hago entrega del diario del último farero contratado para que lo hagan llegar a quien corresponda.
Al regresar el día 15 de Enero al Faro, con el abastecimiento quincenal, no hemos encontrado ni rastro del citado empleado, ni de un perro que lo acompañaba cuando lo desembarcamos.
Tuvimos que forzar la puerta de entrada, encontrándola cerrada por dentro con todos sus cerrojos, y tras una búsqueda infructuosa, solo hallamos este diario a medio terminar encima de la mesa de la estancia principal.
image El resto de los enseres y víveres, así como el baúl con ropa que les remito, estaban cubiertos por una sustancia viscosa, similar a la que desprende algún tipo de alga muy común en estos mares.

Ver biografía del autor

Ana Alonso Cabrera

4 de enero- El día ha amanecido lluvioso y gris. Las olas avanzan con rizos de espuma y se estrellan con estrépito contra las rocas. No se ve el horizonte, unas nubes espesas y grises se funden con el mar. Mi ánimo es parecido al clima de hoy. Estoy gris y espeso. No siento la euforia de los primeros días. La soledad que anhelo y he buscado con afán hasta dar con mis huesos y mis ideas en este olvidado faro, hoy se me hace pesada, como las plomizas nubes que se alzan como un muro ante mis ojos. Sólo el interminable ir y venir de las olas, rompiendo con fuerza a mis pies, me reconforta como una nana hipnótica.
Debo sobreponerme a este sentimiento que me embarga, que comienza a inquietarme, como me inquietó la profecía de De Grat... ¡maldita sea! No es una profecía, es como una imposición, como si al nombrarla, una parte de mi, estúpida y obediente, quisiera hacerla cumplir...
He decidido leer y no escribir. Llenar mi mente de ideas e imágenes y evitar que crezcan las que ahora tengo, tan melancólicas e inquietantes...
image Horas más tarde Ha anochecido. El día ha ido pasando con pesadez. La lluvia de la mañana fue engordando poco a poco, y a medio día se transformó en un temporal de viento y aguacero y de olas furiosas que salpicaban los ventanales. Esos momentos los empleé diligentemente en cumplir las rutinas de mantenimiento de un farero, lo cual me insufló ánimo y energía. A media tarde, el temporal amainó y contemplé cómo lentamente, el mar recobraba la calma. Las olas se aplanaron, y el vaivén apenas imperceptible se convirtió en un rumor. Regresaron las gaviotas con sus risas dementes a alimentarse, como alimañas, chapoteando en la superficie del mar. He respirado hondo y el salitre me inundó las fosas nasales, devolviéndome la fuerza y la plenitud que me habían abandonado; mejor dicho, se habían alejado de mi, pues ahora disfruto del silencio que me envuelve, la soledad que me acompaña y el aroma salobre de la noche.
5 de enero- Anoche me despertó un tremendo temblor. En medio de la noche y el silencio, sentí una vibración intensa y constante, junto a un extraño sonido, como si un gigante arrastrara torpemente un ancla por entre las rocas. Duró unos segundos y cesó de golpe.
image Tras el estupor inicial, salté del catre y miré a mi alrededor, como si las respuestas a las mil y un preguntas que bullían en mi cabeza, estuvieran escritas en las paredes y en los estantes. Revisé todas las estancias y mis pertenencias y al fin, sólo hube de lamentar la pérdida de una botella de vino de Porto que, por mi mala cabeza, dejé sin tapar sobre la alacena y se precipitó y rompió en mil pedazos. Pero estoy inquieto... muy inquieto, incluso asustado. Apenas pude dormir después de aquello, y aún no logro explicarme su origen. Pienso que me gustaría tener a mi lado alguna persona con la que poder comentar esto, incluso me sorprendo añorando a Orndoff... esta idea me hace sonreír, nunca hubiera pensado que podría tener semejante sentimiento hacia él.
He revisado el faro de arriba abajo y de abajo arriba, y no observo ninguna grieta, ni una fisura... he caminado alrededor de la torre, y no observo nada anormal. El temblor no ha dejado huellas visibles en el entorno, aunque espero poder explorar algo más en cuanto la niebla se disipe, pues no soy capaz a ver más allá de 2 o 3 metros.
Horas después la niebla continúa rodeándonos (al faro y a mí), y estoy bastante harto de no poder ver más allá de mis narices. Me siento encarcelado. La espesa nube me envuelve y a veces parece que me dificulta respirar. Estoy mareado. Cada vez que miro afuera, la niebla se mueve, las nubes flotan y se dejan llevar por brisas y viento... y a mí me da la impresión de moverme con ella. El olor del té que reposa a mi lado, en la mesa, me provoca náuseas. Debo descansar y recuperarme.
9 de Enero- El mar está en calma, oscuro, inmenso y majestuoso. La luna llena brilla y se refleja en las olas, como un camino tembloroso hasta la noche. Hay viento suave, la temperatura agradable. Y yo, voy a morir.
La noche del temblor sucedió algo que no pude ver en mi exhaustiva exploración en la búsqueda de posibles daños. El faro, sus cimientos y buena parte de tierra en que se asentaba, se desgajó de la costa y ahora flota a la deriva como un corcho en un estanque. Estoy rodeado de mar... de alta mar. En estos cuatro días no he visto embarcación ni costa alguna. No tengo forma de orientar la navegación de mi faro y vago a merced de las corrientes. Enciendo su potente luz, como súplica silenciosa en mitad del océano, por si algún navío me avista... pero mis esperanzas son inconsistentes y veleidosas y dan paso a la desesperación en un parpadeo de mis enrojecidos ojos... imageMe he tirado de los pelos, me he arañado la cara y los brazos de pura locura, me he abierto brechas en la cabeza y los nudillos, e incluso llegué a arrojarme por las escaleras, aunque sin llegar a herirme gravemente, por fortuna, pienso ahora, pues en aquellos momentos no sabía lo que hacía y sólo mi propia enajenación dictaba mis acciones. He llorado y sigo llorando, he gritado... he rezado y he mercadeado con mis posesiones, nada desdeñosas, ofreciéndolo todo a cambio de volver a tierra, sano y salvo. Con frenética diligencia y atención, he inventariado las reservas de agua y víveres existentes como cálculo y expresión de mi propia supervivencia, que estimo, no será larga. Ahora estoy cansado, resignado, abatido... ya no sé qué más hacer, ni qué puedo hacer. Respiro hondo y pienso en la profecía... y me río... ni siquiera De Grät, en sus peores éxtasis visionarios, hubiera imaginado algo tan siniestro como lo que me está sucediendo.
Mi faro será mi tumba, mi faro es mi féretro, la soledad... nadie está nunca tan solo como cuando le llega la muerte... ¡No! Aún sigo vivo. Estas ideas malditas son como lastres de plomo que me hunden en el pozo de la desolación. Debo alejar de mí tan negros pensamientos, o me volveré loco antes de morir.
Ver biografía del autor

Concha Torre Bayón

4 de enero- Esta mañana aparecen algunas nubes en el cielo. Por momentos dejo volar mi imaginación observando los dibujos, cambiantes, según la fuerza del viento. ¿Así cambian las conductas de los hombres espoleadas por fuerzas externas? En esta soledad puedo pensar en ello. ¿Cuál es el verdadero motivo por el que estoy aquí? ¿La falta de sintonía entre mis pulsiones internas y las que “la sociedad” pretende imponerme?
¡Qué difícil es elegir tu propia ruta! Escribiré sobre esto.
Neptuno está aparentemente tranquilo. ¡Solo apariencia! No alcanzo “a ver” las profundidades. Tampoco “vi” las trampas subterráneas que el consejo de nobles me tendía. Pero... ¿qué hay de noble en querer alcanzar el poder a cualquier precio?
Una gaviota observa el horizonte: ¿qué ve? ¿qué espera?
image5 de enero- Esta noche sopló el viento y las olas rompían bramando contra la fortaleza. Me sentía acechado. ¿Resistirán los muros? ¿Resistiría yo una noche de vigilia solo en la frontera de esta inmensa soledad que es el mar?
Comprobé que el fanal brillaba en la oscuridad; su luz guiaba en medio de la noche y la tormenta.
¡Qué hermosa metáfora! Firme, oscuro, resistente a las inclemencias, ayudando a quien lo busque, a quien lo necesite.
Esa fue mi vida... y ahora estoy aquí ocultando “mi luz” a mis enemigos.
¿Estaré a salvo? Esta noche sí. Ninguna balandra se aventuraría con este temporal. Mi diario avanza. Es la hora de comer. De momento tengo avituallamiento para unas semanas. Estoy seguro de que De Grätt cumplirá lo acordado y me hará llegar periódicamente el suministro. Pero...¿si le sucede algo? Debo habituarme a pescar; es una actividad solitaria y sería una forma de subsistencia.
Reparo en la fecha, cinco de enero: los Magos siguieron al cometa. Con ellos se cumplió la profecía. ¿Se cumplirá conmigo?
6 de enero- Amanece. Esta noche pasé frío. La soledad no acompaña. Llueve; intentaré recoger agua, ahora dependo de mí mismo. Un año pasa pronto, aunque sea decisivo en la vida de un hombre. La fortaleza está en la mente, también los miedos. No conseguirán que me vuelva loco. ¿Quién se fía de un loco? No voy a naufragar en esta travesía; el diario, ¡eso es!, será mi ancla. Bitácora de mi vida en aislamiento, el hilo conductor de mi conducta.
Las gaviotas se agitan ¿de qué huyen? Esconderé el diario, al menos él se salvará. ¡Debe salvarse!
El arquitecto cerró el libro encontrado entre los escombros y lo depositó junto a los planos de la obra a realizar: reforma del faro de la ciudad.
Abril 1896

Maria Jesús López López

4 de enero- Al alba, otro día despejado de buena visibilidad. Estoy seguro de que si hubiese tierra u otro faro, a menos de 150 millas, podría haberlo avistado. El azul del cielo se diluía en el horizonte con el azul del mar. Con la marea alta, todo es azul intenso, sólo interrumpido por este faro o el vuelo de una gaviota.
He decidido llevar todas mis pertenencias al fanal y ahorrarme así el esfuerzo de subir y bajar la escalera constantemente. En bajamar salgo con Neptuno a caminar por las escasas rocas que nos rodean pero a Neptuno le gustaban más los jardines de los que habíamos disfrutado juntos.
5 de enero- Continúa la calma en derredor y yo sigo disfrutando de esta soledad hasta ahora inimaginable para mí. He dejado todos los hábitos que me ataban a la sociedad, a excepción de dar cuerda a mi reloj de bolsillo sin el cual me sentiría aislado del mundo por completo. Sigo con escrupulosa puntualidad mis comidas, los horarios de sueño, la escritura de mi libro y este diario.
image A veces, el ondular de las olas me hace recordar los suaves balanceos de los bailes de la corte, pero esta soledad compensa con creces lo que he dejado atrás. No, no echo en falta mi trabajo anterior que me causaba gran desazón.
6 de enero- Esta madrugada, nubes de un rojo intenso y formas cambiantes adornaban el cielo. La calma se ha visto interrumpida por enormes olas que salpicaron espuma por todo el océano visible. Sigo sin avistar ninguna embarcación.
He bajado varias veces hasta el fondo del foso, me parecía sentir ruidos extraños que, sin embargo, pude comprobar provenían del fuerte oleaje. Intenté abrir la portezuela que comunica con el fondo del foso sin conseguirlo.
Ahora, desde el fanal, percibo ruidos que no puedo reconocer. Podría pensar que no estoy solo. Pero no, no puede ser. Vigilo la pleamar y estoy seguro de no haber avistado acercarse ninguna balandra.
7 de enero- Ha sido una noche de pesadillas. Soñaba que me adentraba en el mar caminando sobre piedras hasta que desaparecían y me perseguía un personaje de enorme parecido a Vincent...
image El oleaje pasea algas que va depositando sobre las rocas en bajamar. No me decido a salir al rompiente, pero ¿qué podría pasarme? ¿Que me cerrasen la puerta y muriese ahogado con la subida de la marea? Debo apartar estos pensamientos de mi cabeza, no me gustaría que se cumpliese la profecía de De Grät.
8 de enero- Estuve cavilando sobre la situación del faro en estas rocas escarpadas. Estoy seguro de que sólo se podría acceder desde una balandra. Pero he caído en la cuenta de que la misma dificultad tendría yo para salir de aquí si quisiese abandonar mi puesto; con el inconveniente añadido de que no tengo balandra.
Los ruidos no me permiten dormir. Ahora he cambiado mis horarios de vigilia para adaptarlos a las subidas y bajadas de las mareas; de este modo veré con suficiente antelación cualquier embarcación que pueda acercarse.
9 de enero- Nunca creí que en este faro escucharía ruidos tan diversos: a veces creo oír voces ininteligibles, otras gemidos... Con el mar en calma los ruidos provienen de la parte baja del faro y suben por la espiral de la escalera intensificándose.
Esta noche apenas si he dormido, los ruidos en la base del faro me despertaron una y otra vez. Pasé la noche en duermevela y mi sueño, cargado de pesadillas, no llegó a ser profundo. Tengo suficientes provisiones hasta la llegada de la balandra, aún si ésta se retrasase. He perdido el apetito y el horario de comidas está siendo caótico. He empezado a pensar que quizás Vincent podría haber llegado aquí antes que yo, escondiéndose en el fondo del foso, lo que justificaría los golpes que escucho sin cesar. Incluso que esta situación pudo ser planeada junto con De Grät... tal vez llegó solo y hundió la balandra... tal vez... Creo que debo controlar mis pensamientos.
A veces, cuando las voces resuenan en mis oídos, pienso que estaría más tranquilo acompañado de Orndoff, incluso si mi destino fuese la cárcel. Otras veces me parece ver los ojos vengativos de Vincent mirándome fijamente en el juicio; oigo sus amenazas, su rostro se me aparece en sueños sin dejarme descansar.
Pienso con más lucidez que nunca, pero no puedo detener el ritmo frenético de mis pensamientos. Quisiera plasmarlos en este diario pero no consigo retenerlos el tiempo suficiente. En otros momentos quisiera dejar de pensar... descansar. Ahora subo y bajo los escalones continuamente y Neptuno ha empezado a incomodarme siguiéndome sin descanso.
10 de enero- Se acerca una tempestad, lo he estado sintiendo en mis viejos huesos. He asegurado la puerta y las ventanas. El cielo se ha llenado de nubes, unas inmensas nubes grises y algodonosas que parecen querer atraparme. Los relámpagos iluminan una escena dantesca. El viento silba con fuerza. Las gigantescas olas alcanzan el fanal escupiendo espuma mientras la niebla lo confunde todo.
Una sombra se refugia en la parte no visible de la escalera...
Escucho golpear la puerta... pero no... es imposible, nadie se hubiese atrevido a acercarse en este momento. Los golpes persisten. Escucho la voz de Vincent gritando su inocencia. Me tiemblan las manos, todo yo estoy temblando, quizás tenga fiebre... Parece que se acerca una balandra, pero no ¡es imposible! nadie podría acercarse con este temporal... Ahora oigo pasos que resuenan en la escalera. Debo estar seguro. ¡Necesito estar seguro! Guardo mi diario. Creo que me asomaré a la barandilla del fanal para comprobar si la puerta está abierta...
Ver biografía del autor