A mediodía el viento rola hacia el este y pierde fuerza. Entre las nubes aparece algún claro. El ruido ensordecedor es ya menos intenso. Neptuno dormita percibiendo una cierta normalidad.
6 de Enero- Más de lo mismo. Sigue la bonanza. Escribo durante largos períodos sin que nada me turbe. Mi libro avanza a buen ritmo hacia puerto seguro. Interrumpo la tarea para otear el horizonte con el telescopio. Solos Neptuno y yo en medio de la nada.
7 de Enero- Todo sigue igual menos mi cabeza. Un dolor intenso la atenaza y casi me impide pensar. No puedo escribir y mirar hacia el exterior me produce vértigo. Quizá fui demasiado generoso con el ron ¿O era ginebra? Me acostaré y cerraré los ojos. Imposible, todo se mueve como si viajara en la balandra. Sentado con la mirada fija en un punto estoy mejor.
Noto la cabeza hueca; quizá con un poco de absenta recupere la cordura. Los párpados me pesan como losas. Morfeo aletea sobre mí.
9 de Enero- Otra noche de escalofrío. Sudo copiosamente y siento una opresión creciente en la garganta. Me falta el aire. Despierto, abro las ventanas del alma y percibo la presencia del gato tuerto que ronronea mientras rodea mi cuello con una soga. Tira con fuerza de un extremo y observo, sorprendido, que quien maneja el otro cabo, como cooperante necesario, es Neptuno. El reino animal ejecuta al sádico maltratador, no sin antes clavar sus afiladas uñas en mis ojos, añadiendo un plus a la venganza: ciego por tuerto. Misión cumplida.
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